Image: Un trampolín de piedra sobre el Hudson

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Novela

Un trampolín de piedra sobre el Hudson

Henry Roth

24 enero, 2001 01:00

Traducción de Beatriz Ruiz Arrabal. Alfaguara. Madrid, 2000. 551 páginas, 3.300 pesetas

La novela trasciende el relativamente común componente catártico de los personajes y resulta ser la "purificación" del propio autor

Cuando hace unos años tuve la gran suerte de conocer a Henry Roth, postrado en la cama del hospital de Albuquerque a causa de una hamburguesa en mal estado, me aseguró que dejaba material más que suficiente para que los lectores siguiéramos leyendo obras suyas durante mucho tiempo. Y así es, desde su fallecimiento ya se han publicado dos volúmenes de A merced de una corriente salvaje, el título o epígrafe bajo el que se agrupan lo que serán las seis entregas de su autobiografía novelada. La primera de ellas fue Una estrella brilla sobre Mount Morris Park, publicada en España en 1999, en la que se presentaba a Ira Stigman el joven -o viejo, según se mire- protagonista que recordaba poderosamente a aquel David Schearl que nos sobrecogió en Llámalo un sueño, la inmortal novela de Roth. Ahora le toca el turno a Un trampolín de piedra sobre el Hudson, que se inicia más o menos en el mismo momento en que finalizó la anterior, y donde volvemos a encontrarnos con el bueno de Ira en su juventud: "Ira podía sentir los cambios que se producían en su interior. En febrero de 1922 cumplió los dieciséis . Para entonces, Einstein se había hecho famoso, se había convertido en un nombre familiar, y en un consuelo para los judíos de todas partes". Pero no sólo se recrea la vida de Ira a los dieciseis años, también lo encontramos en su vejez, porque la estructura de esta segunda entrega continúa siendo la misma que en la primera -y quizá será así en el resto de la serie. Ira Stigman, ahora un anciano achacoso con más de ochenta años, "habla" con su computadora Ecclesias rememorando algunos de los acontecimientos más penosos de su adolescencia.

La acción transcurre entre 1921 y 1925 en Nueva York, como el resto de sus obras. La adolescencia está resultando un pasaje demasiado duro y traumático para el tímido Ira, que "se busca la vida" en el instituto. La vida en los barrios de Nueva York también es difícil, e Ira, cometerá un error que le atormentará toda su vida. Estuvo a punto de suicidarse lanzándose al Hudson desde "el trampolín de piedra", pero decidió, en parte para su desgracia, seguir viviendo. Hasta el preciso momento de la escritura del libro, ha guardado celosamente el secreto que le atormentaba como una esquirla clavada en su corazón. Y ahora, cuando por fin lo cuenta, parece liberarse definitivamente de esa pesada losa.

En la lectura de las anteriores novelas de Roth, merodeaba en todo momento la persistente sensación de que para el autor judío la escritura presuponía algo más que un ejercicio artístico; que pese a los años sin publicar una línea, el escribir se constituía en parte de su propia experiencia existencial. En esta última entrega la sospecha se ha confirmado. La literatura, el escribir una novela, trasciende el relativamente común componente catártico de los personajes -en este caso particular para el protagonista, Ira Stigman- y resulta ser la "purificación" del propio autor Henry Roth. Nos encontramos ante una novedosa dimensión literaria que bien pudiera servir para aportar nuevos significados no solo a Un trampolín de piedra sobre el Hudson, sino al resto de las entregas, que aguardo con expectación.

Llama la atención que la traducción de cada volumen corra a cargo de un traductor distinto. Sin entrar en valoraciones comparativas, sería deseable la utilización de un solo traductor.