Image: Gertrudis y Claudio

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Novela

Gertrudis y Claudio

John Updike

28 febrero, 2001 01:00

Traducción de Jordi Fibla. Tusquets. Barcelona, 2001. 232 páginas, 2.000 pesetas

Tal vez esta no sea la mejor novela de Updike, pero consigue despertar el interés como para volver a releer Hamlet

En Wide Sargasso Sea (1966), para muchos la mejor novela de Jean Rhys, la autora caribeña recreaba la vida de la demente Bertha Rochester (caracterizada como Antoinette Cosway) hasta el momento en que queda inmortalizada por Charlotte Bronte en Jane Eyre (1847). Si el arte de narrar supone ya en sí mismo una especulación, el "experimento" de Rhys es una nueva vuelta de tuerca que bien pudiera interesar aspectos críticos relacionados a la metaficción. Después otros autores han novelado secuelas de algunas novelas. Ninguno logró el éxito de Rhys, pero tal tendencia bien puede cambiar, pues quien lo ha intentado ahora es ni más ni menos que el propio Updike. Y ha apostado fuerte, pues el referente escogido es Shakespeare y una de sus tragedias más estudiadas, Hamlet. Tal como menciona el propio autor en el epílogo de la obra, G. Wilson Knight, en La rueda del fuego (1949), afirma: "Dejando de lado la ocultación del crimen, Claudio parece un rey capacitado, Gertrudis una reina noble, Ofelia un tesoro de dulzura, Polonio un consejero tedioso pero no maligno, Laertes un joven representativo. Hamlet los lleva a todos a la muerte."

La novela comienza cuando el rey Rorik compromete en matrimonio a su hija Geruthe, de tan sólo dieciséis años, con Horwendil el Juto, un héroe nacional mucho mayor que ella y por quien la princesa no siente atracción ninguna. El matrimonio se celebra y a la muerte del rey Rorik Horwendil Hamlet se convierte en el rey. Pero Geruthe no le ama, pese a que ha concebido un hijo, el joven príncipe Amleth, y se siente atraída por Claudio, el hermano del rey. La tercera y última parte rememora los acontencimientos citados en la tragedia shakespeariana. Claudio (al que hemos conocido con los nombres de Feng y Fengon) ha asesinado a su hermano y mediante el matrimonio con Gertrudis (ahora ya con su nombre conocido) se ha convertido en el rey de Dinamarca. El joven Hamlet está estudiando en Alemania y se reclama su inmediata presencia en Elsinore. La acción concluye en el momento preciso en que se inicia la tragedia dramática.

Gertrudis y Claudio, pese a su argumentación histórica, sigue la misma línea temática que el resto de la novelas de Updike en su interés por analizar las complejas relaciones hombre-mujer. Eso sí, encontramos aquí una dimensión amorosa generalmente inédita en la mayoría de sus novelas. No es este el único matiz que singulariza esta novela respecto a las demás. Aunque el título de la novela sugiere que los héroes son Gertrudis y Claudio, la verdadera heroína es Gertrudis. Updike ha sido tachado en algunos foros feministas de autor misógino. Sin entrar en valoraciones respecto a tal punto de vista, lo cierto es que el personaje de Gertrudis es una de las heroínas de mayor dimensión dramática y su fuerza y determinación supera, con creces, la de los personajes masculinos. Su inicial rechazo al adulterio se va transformando y desterrando desde la convicción del derecho a la felicidad y a ser dueña, por primera vez, de su propio destino. Claudio, por el contrario, es tan víctima como verdugo, y el lector siente por él pena, en el mejor de los casos.

La primera parte de la novela es, desde mi punto de vista, la mejor de las tres. El marco histórico en el que se desarrolla la acción logra introducir al lector en un mundo atractivo, incluso romántico, pero al mismo tiempo tenebroso y sombrío. La intensidad narrativa va decreciendo progresivamente y la tercera y última parte resulta un tanto insulsa y sin la tensión narrativa de las precedentes. Pese a ello no debe menospreciarse la capacidad de inventiva, de especulación, de que hace gala Updike, quien, aunque explica, en ningún momento justifica el asesinato del rey Hamlet. Tal vez no sea la mejor novela de Updike, pero al menos consigue despertar el interés suficiente como para volver a releer Hamlet.