La montaña del alma
Gao Xingjian
28 marzo, 2001 02:00Novela de la memoria, y a la vez, de la historia, La montaña del alma es también una obra de crítica política, cultural y social en la que China viene a ser su único protagonista
La crítica de la Revolución Cultural y de sus lemas, dirigentes y mandos no tiene desperdicio y no deja tampoco de producir dolor, porque desenmascara el carácter terrible del poder y su absoluta falta de luces. Xingjian se mueve entre la teoría de los pronombres de Benveniste y la misteriosa geometría de Borges. Todo ello, con una técnica cuyo encanto impide penetrar en su sentido, aunque no en su extraña profundidad, caracterizada por la doble emoción del lugar y del tiempo. Xingjian blinda su relato con una teoría del relato que es lo más posmoderno de este narrador para el que las categorías se confunden y que, como Eliot, afirma que no se puede distinguir qué es resultado de la imaginación y qué de la experiencia. Para él "la novela es una producción de la sensibilidad" que "sumerge en una mezcla de deseos los códigos de los signos arbitrariamente construidos" y que, como la vida, "no responde a una finalidad". El juego de contrarios, las invocaciones a Buda Amithaba, las digresiones sobre la pintura de Bada y de Gong Xian o las alusiones a Lu Xun preparan la mente del lector para ese gran remolino crítico-ideológico que es el capítulo 72, un filosofema con la forma de verdad de un chiste, en el que declara que la nada no es lo mismo que el vacío y que la novela "es el arte del lenguaje", en el que cabe todo lo que se sepa decir bien. Xingjian ha escrito en una época tan mala para la literatura como para la política y se ha asomado a la realidad de un mundo cuyo sentido escapa tanto de nosotros que ni la religión ni el arte nos lo permiten intuir ni ver. La montaña del alma es una forma de Bildungsroman y, por ello, de peregrinación, angustia y búsqueda, en la que el sujeto moderno se puede, sino identificar, sí reconocer: reconocerse. No faltará quien diga que esto no es una novela, y habrá quien le niegue no sólo su materia y técnica narrativas sino misma literariedad. A unos y otros habrá que recordarles que Gao Xingjian no es un autor del siglo XIX, sino de la segunda mitad del XX y que, como tal, trabaja un género literario abierto, el más abierto de todos cuantos todavía hay. El mayor mérito de una novela como ésta reside en su carácter caleidoscópico y en que su diversidad de formas está al servicio de una orgánica única. Novela de la memoria, y a la vez, de la historia, La montaña del alma es también una obra de crítica política, cultural y social en la que China viene a ser su único protagonista. El lector se acerca así a un proceso que aquí es hermenéuticamente analizado tanto a la luz de su geografía como en el continuum de su sucesión. La traducción es bastante cuidada -sobre todo en el léxico, la sintaxis y el ritmo- aunque abundan las erratas y hay un exceso, demasiado frecuente, de galicismos. Sin embargo, hay que decir que los traductores han mantenido la calidad literaria del texto y de la página a lo largo de toda su versión.