Cuando Morrison obtuvo el Nobel de Literatura en 1993, muchos entendieron que se premiaba también al movimiento literario de los autores afroamericanos, que desde Frederick Douglas en el XIX, y el Harlem Rennaissance en el XX, habían enriquecido la literatura norteamericana. Morrison representaba además una cierta innovación conceptual, plasmada en ésta, su tercera novela. Algunos, entre los que me incluyo, la consideramos su mejor obra, y en ella se conjugan una historia atractiva, la sátira más refinada, las leyendas africanas, y la influencia del realismo mágico. Todo como una gigantesca sinfonía sin estridencias.