Image: Vértigo

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Novela

Vértigo

W. G. SEBALD

21 noviembre, 2001 01:00

Traducción de Carmen Gómez. Debate. Madrid, 2001. 203 páginas, 3.100 pesetas

El viaje a Italia es un mito de la literatura alemana. Goethe se reencontrará poeta en Roma y T. Mann escogerá Venecia para cuestionar su ideario estético. Sebald, que vive en el Reino Unido y se considera un extranjero en su propio país, no conoce otra patria que la itinerancia del viajero. Ese vagabundeo, que incluye, además del espacio físico, los territorios de la memoria y los recuerdos de otros, apunta hacia Italia como el lugar donde el estrépito de la vida se muestra en toda su espontaneidad. En Vértigo, su primer ejercicio de creación literaria, Sebald viaja a Italia, siguiendo las huellas de Kafka.

Durante el camino, creerá ver a Dante y a Luis II de Baviera. La coexistencia de lo real y lo fantástico es una de las constantes de un autor que no cree en los géneros. Vértigo, que se publicó en 1990, tiene tres protagonistas: Stendhal, Kafka y el narrador, que es el propio Sebald. A través de Stendhal, Sebald descubrirá que los recuerdos son falsificados por la memoria y que el arte tiende a usurpar el lugar de las cosas que representa. La estancia de Kafka en Italia le revelará la importancia de la mirada.

Los textos sobre Stendhal y Kafka se acoplan perfectamente con las páginas autobiográficas, dedicadas a relatar un viaje a Venecia y el regreso al país de origen. La relación de estas experiencias podría encuadrarse a medio camino entre el diario y el libro de viajes, pero Sebald va mucho más allá. No sólo anula la división tradicional en géneros, sino que además salpica el texto de fotografías, cartas autógrafas, anuncios comerciales, dibujos, documentos, billetes de tren, programas de ópera...Toda esta dispersión no rompe la unidad del libro. Sebald, que nunca ha ocultado su admiración hacia Borges, combina una prosa de alta calidad con digresiones filosóficas que especulan sobre el tiempo, la identidad, la naturaleza del arte y el poder de la ficción.

Horrorizado por el pasado de su país, Sebald deambula por Europa, almacenando imágenes que luego se convertirán en recuerdos inevitablemente falsificados por la evocación del artista. Fascinado por Pisanello y la estampa de San Jorge alanceando al dragón, Sebald considera que el gran arte es como ese mapa de Borges, cuya extensión coincide con el espacio representado. ésa es la causa de que la contemplación de la obra de arte engendre recuerdos más poderosos que la experiencia de las cosas.

Después de Vértigo, se publicarían Los emigrados, que relata el exilio de cuatro judíos durante los primeros años del nazismo, y Los anillos de Saturno, que representó la consagración definitiva de Sebald. Susan Sontag celebró la publicación de la obra, afirmando que con ella regresaba la gran literatura. La fórmula de Sebald no es completamente original; de hecho, ya se encuentra en Breton o Martin Amis.

La importancia de Sebald reside en la fuerza de su escritura, que no se conforma con relatar una historia. La capacidad de crear mundos imaginarios no le parece tan importante como ese ejercicio de introspección inherente a la obra artística. Sebald, que afirma que "se escribe con la cabeza y no con el cuerpo", entiende que, desde Flaubert, la literatura ha perdido su inocencia. La reflexión ya es inseparable de la escritura. Al igual que esos relojes con una tapa transparente, las obras posteriores al siglo XIX exhiben obscenamente su mecanismo. Este hecho, que podría matar a la literatura, imposibilita volver a escribir como Balzac o Dickens. Autores como Sebald garantizan el porvenir de un género enterrado prematuramente.