Galdós gráfico (1861-1907)
STEPHEN MILLER
21 noviembre, 2001 01:00El texto viene acompañado en la edición por los facsímiles de cinco álbumes de dibujos de Galdós que se conservan en su Casa Museo. Tres de ellos, Gran teatro de la pescadería, Las Canarias y Atlas zoológico datan de los años 60, de cuando Galdós todavía no había escrito su primera novela. Pero esos primeros álbumes, series de humor gráfico sobre temas y personajes canarios ya son, como advierte Miller, una especie de novelas, sobre todo el primero, titulado Gran teatro de la pescadería, una sátira sobre el entonces polémico proyecto de emplazar el nuevo teatro de Las Palmas (el que hoy, irónicamente, se llama Teatro Pérez Galdós) al lado del mar. Situado allí, estaba destinado a aparecer, ante los ojos de quienes arribaran a la isla, como un brillante escaparate de la prosperidad y la independencia de Las Palmas. Pero Galdós conocía los riesgos evidentes de construir junto al océano, porque su propia casa familiar distaba apenas doscientos metros del borde del agua.
Al abordar Miller como relato las sesenta y dos páginas del Gran teatro de la pescadería, evoca las reflexiones de Jacinto Octavio Picón sobre la dimensión narrativa de la caricatura gráfica, basadas en último término en la obra de Hogarth. Y si ese sentido narrativo no es evidente en la ordenación de los dibujos del álbum, Miller propone una reconstrucción de la que habría sido la secuencia definitiva planeada por Galdós. La construcción del teatro en los mismos muelles provoca una cómica convivencia de las musas con los pescadores. El día de la función estalla un temporal y la gente llega nadando al teatro; espectadores, actores y músicos terminan compartiendo el escenario con Neptuno y sus súbditos. Al final, un barco irrumpe en el teatro, que será arrastrado por las olas y naufragará en el mar. En muchas de las imágenes, el disparate alcanza extremos surreales, como en las mujeres con cabeza de buque. Los álbumes Canarias y Atlas Zoológico prolongan el mismo espíritu carnavalesco. En contraste con esos tempranos álbumes canarios, las incursiones posteriores de Galdós en el dibujo serán más realistas y más sosas; los dos últimos álbumes datan de treinta años después, de 1890-95, y ambos están centrados en vistas de Santander: uno de ellos con apuntes de barcos y vistas del puerto, el otro en paisajes y casas, inspirados seguramente por el proyecto del escritor de construirse un gran chalet en la zona hacia el Sardinero y la Magdalena.
En su libro, Miller estudia también las ediciones ilustradas de los Episodios Nacionales (1880-1885, ca. 1887 y ss. y ca. 1907) y subraya, casi como un complemento del carácter narrativo de los álbumes de dibujos del joven Galdós, la concepción del escritor según la cual las ilustraciones de sus Episodios Nacionales formaban un texto gráfico imprescindible. En fin, Miller describe una serie de trece volúmenes que se conservan en la Casa Museo Pérez Galdós, y donde el novelista, según una costumbre muy extendida en su época, iba pegando grabados recortados de las revistas ilustradas, tanto españolas como extranjeras, como "La Ilustración Española y Americana", "London Illustrated News", "Punch"… Para acentuar más la operación de bricolage, la mayoría de los álbumes están hechos con libros encuadernados que don Benito reutilizó cubriendo el texto con los recortes. Las estampas recorren todo el repertorio iconográfico del siglo XIX: efigies de varones ilustres, escenas de la historia sagrada, grandes catástrofes, maravillas del progreso... El conjunto de esas estampas, yuxtapuestas por Galdós sin orden temático ni cronológico, es una imagen del caos universal, que prefigura la invención del collage dadá y surrealista; unas décadas más tarde, en sus novelas-collage La femme cent têtes y Une semaine de bonté confeccionadas con fragmentos de esas típicas ilustraciones decimonónicas, Max Ernst resucitaría la costumbre burguesa de los álbumes para extraer de ella un inusitado potencial de shock.