Autor: Ramírez de Haro. Dirección: Natalia Menéndez. Intérpretes: Sergio Otegui, Leire Berrrocal, Roger Álvarez. Galileo Teatro. Madrid
Las cosas claras desde el primer momento: dos mundos irreconciliables. Por un lado la limpieza exquisita de un espacio escénico donde el amor florece; de otro, la zafiedad chirriante de una oficina hortera. La dirección ha remarcado el lirismo del primero y la vulgaridad del segundo. En este antagonismo radicalizado se mueve la pieza de íñigo Ramírez de Haro; una obra incómoda, una obra de hoy, deshumanización de un mundo en el que el amor no cabe. En verdad, la plenitud amorosa y la exaltación de los cuerpos no tendría por qué suponer un corte tan abrupto entre la grosera realidad y la romántica purificación como lo plantea Ramírez de Haro. Pero es esto, precisamente, lo que hace más ácida Hoy no puedo ir a trabajar porque estoy enamorado: la inocencia y la pureza bajo sospecha. Juan no es un revolucionario sujeto a perversidades ideológicas, sino un ser normal; pese a todo es inadmisible para un sistema hecho de sumisiones y procacidades. Cada escena es una vuelta de tuerca a veces con aire de melodrama: la traición absoluta, la pobreza absoluta, la prostitución infame amenazan con destruir algo tan elemental como el amor. Ni siquiera el grito final "te quiero, te quiero" logra endulzar la amargura de esta obra. Carnal y lírica Leire Berrocal; correctos todos los demás dentro de la mecanicidad de marionetas; sobresalen algunos momentos de Roger álvarez.