Los jinetes
Joseph Kessel
9 enero, 2002 01:00Joseph Kessel
El buzkachi es el juego de las estepas. Hasta un centenar de jinetes se disputan los despojos de un macho cabrío. Un pequeño círculo trazado con cal viva marca el comienzo de la competición. Hay que penetrar en él y apoderarse de los restos del animal. Galopar varios kilómetros y regresar con la pieza. El que logre completar el recorrido se convertirá en el vencedor y su nombre circulará de boca en boca, revestido de gloria.En nuestro siglo, ya no se contempla la muerte del adversario, pero los viejos jinetes recuerdan con nostalgia los tiempos en que la violencia no estaba sujeta a restricciones. En el país de Zaratustra, Iskander y Gengis Khan, el valor se mide por la resistencia al dolor y el desprecio por el peligro.
Sólo pueden participar en el buzkachi los chopendoz, jinetes cuya fama se ha extendido por las tres provincias. Bajo la protección de un bay o un khan, tendrán que mostrar su excelencia, justificando la toca de piel de lobo que distingue a los chopendoz. En su juventud, las victorias de Tursén lo convirtieron en leyenda. Ahora su hijo Uroz intenta añadir a su linaje nuevos motivos de orgullo, pero la derrota en el gran buzkachi de Kabul le empuja a emprender una dramática huida que le permita sobrevivir a la vergöenza. Acompañado del mejor caballo de su padre y de un criado harto de ultrajes, recorrerá el interior de un país que se resiste con vehemencia a los cambios del mundo moderno.
Novelista francés de padres rusos, nacido en Clará, Argentina, Joseph Kessel (1878-1979) nos muestra las costuras de un reino apegado a sus tradiciones. El desprecio por la mujer, el espíritu tribal, las jerarquías inflexibles, persisten en un paisaje, donde se levantan ciudades y se tolera a los extranjeros, a pesar de sus costumbres, opuestas a los preceptos coránicos. Aviador de combate, corresponsal de guerra, luchador antifascista, Josep Kessel, que oponía la imagen del viajero a la del turista adocenado, entiende que un relato sobre los hijos de la estepa sólo puede inspirarse en la morosidad de los relatos orales.
Por eso, su novela avanza lentamente, "de palabra en palabra", utilizando la introspección y una prosa poética, repleta de hallazgos verbales. Las turbulencias que median entre Tursén y Uroz, esa mezcla de afecto y rivalidad, donde flotan fantasías parricidas y miedos inconfesables (el temor a ser desplazado por los más jóvenes, la repugnancia ante el propio envejecimiento), nos recuerdan que Kessel es el autor de Belle de jour, la novela que Luis Buñuel llevó al cine en 1966.
Aunque el proyecto no entusiasmaba al cineasta aragonés, su talento para internarse en los meandros del alma humana, produjo un relato con elementos comunes a Los jinetes: la incapacidad de expresar las propias emociones, la fascinación por el secreto, la imposibilidad de penetrar en los otros.
Joseph Kessel ha sabido recrear la atmósfera de una cultura que le da la espalda a los valores occidentales. El Afganistán de mediados del siglo XX identifica la virtud con la fama, la excelencia y el linaje. Sus valores son los valores del mundo antiguo. La Grecia de Homero no conocía otros principios. Publicada en el año 1967, no es improbable que su reedición obedezca en estos momentos a cierto oportunismo. No es difícil encontrar en la novela argumentos que refuerzan la tesis del "choque de culturas". En cualquier caso, sea como fuera, la recuperación de Los jinetes nos confirma una vez más lo que ya nos dijo Balzac: "la vida privada de las naciones" sólo está al alcance de la literatura.