Redención
Henry Roth
20 febrero, 2002 01:00Con una sola novela, Roth había logrado ganarse un lugar de privilegio en la historia literaria norteamericana, y fueron muchos quienes pensaron que nunca más volvería a publicar nada. La sorpresa fue mayúscula cuando en 1990 reveló que desde hacía más de diez años se encontraba escribiendo una magna obra que arrancaba, precisamente, de las incógnitas y penumbras en Llámalo sueño. Se trataba de una saga compuesta por seis volúmenes (finalmente los editores los redujeron a cuatro) que respondía al título genérico de Mercy of a Rude Stream (es éste el título de todos los volúmenes, a continuación el número -I, II ...- y el subtítulo, que es el título tomado en las ediciones españolas). La primera entrega, Una estrella brilla sobre Mount Morris Park, se fecha en 1994; un año después aparecía Un trampolín de piedra sobre el Hudson, y ya de manera póstuma esta Redención que se acaba de publicar en traducción española. Queda todavía por aparecer en nuestro país Réquiem por Harlem, pero la editorial ya anuncia su publicación para este mismo año.
Como es lógico volvemos a encontrar el mismo protagonista de entregas anteriores, el anciano Ira Stigman, singular "alter ego" del propio autor, o, si se prefiere, aquel David Schearl, entonces un niño, que ha alcanzado la senectud. También volvemos a encontrarnos con otro viejo conocido, su ordenador Ecclesias, que, si bien no desempeña el papel fundamental de Un trampolín de piedra sobre el Hudson, continúa siendo el referente de sus reflexiones: "Tú nunca moverás las uñas de esa ancla, Ecclesias, enterrada en el cieno protozoico, salobre, del fondo marino, por fuerte que sea el cabestrante. ¿Tengo razón, viejo lobo de mar?" (pág. 391).
Ira, en esta tercera entrega, tiene noventa años y se dedica a escribir su autobiografía. La estructura es similar a las obras ya conocidas de esta saga. La novedad la encontramos en el momento escogido, los años veinte (Una estrella... se situaba en 1914 y Un trampolín... en 1922), aunque volvemos a encontrarnos con otra conocida, Edith Welles, la profesora de inglés. Pero en este momento Edith mantiene un romance con Larry, buen amigo de Ira. Los dos jóvenes, Ira y Larry, albergan ambiciones literarias, pero se encuentran perdidos, inseguros: "Allí en Woodstock te empeñaste en leer a Joyce, ¿no? Tuviste que admitir que no entendías la mitad de lo que estabas leyendo. Seguro que con La tierra baldía te pasa algo similar. Tienes que tener un montón de conocimientos, una formación literaria..." (pág. 228). Es esta faceta, la de las disquisiciones literarias, donde, entiendo, encontramos la novedad, el interés y valor de Redención.
Roth nos enfrenta a la complejidad de la creación artística, tal apreciación se ve potenciada si tenemos en cuenta su propia biografía. Si Roth no publicó nada durante cuarenta años, fue debido, como él mismo confesó, a su propia incapacidad, atrofia creativa. Ira Stigman, en esa especie de desazón por convertirse en escritor -"Larry podía contar sus aventuras... Las suyas, no; las suyas estaban deformadas, no se adecuaban a ningún canal..." (pág. 461)- nos sumerge en la vida bohemia neoyorkina de comienzos de siglo.
No por repetido, y conocido de volúmenes anteriores, debe pasarse por alto: ningún autor norteamericano logra trasmitir el espíritu de su tiempo, el "Zeitgeist", que di-rían los alemanes, con la soberbia maestría de Henry Roth.