Image: Cómo ser buenos

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Novela

Cómo ser buenos

Nick Hornby

27 marzo, 2002 01:00

Nick Hornby

Trad. Jesús Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2002. 330 págs., 16 euros

Hornby se ha especializado en la crisis de los cuarenta. A través de sus novelas, ha ido retratando la insatisfacción de una generación que ha crecido con la música pop y los mitos de la revolución contracultural.

En Alta fidelidad (1995), las penalidades del propietario de una tienda de vinilos ponían de manifiesto que los cambios también pueden tener efectos indeseables. Cómo ser buenos se mueve en la misma dirección. Aunque ejerce la medicina y vive en un acomodado barrio londinense, Katie Carr no encuentra muchos motivos para sentirse satisfecha. Su marido es un energúmeno que aprovecha su columna en un periódico para prodigar calumnias e improperios. Su vida sexual se ha convertido en una rutina mecánica, y sus hijos sólo se interesan por las series televisivas y los videojuegos.

Durante un congreso, conoce a un hombre más joven y tiene una aventura con él. Sólo un malestar largamente reprimido puede explicar que pida el divorcio a través del móvil. La respuesta de su marido no puede ser más inesperada. Tras conocer a GoodNews, un toxicómano rehabilitado que se atribuye poderes curativos, abandona el periodismo y se dedica a promover actividades filantrópicas, que incluyen el alojamiento de mendigos en su propio hogar, la donación de los juguetes de sus hijos y la redacción de libros de autoayuda. GoodNews se instalará en su casa y Katie, horrorizada, comenzará a odiar los buenos sentimientos, reivindicando el egoísmo y la insolidaridad.

Hornby ha urdido una trama hilarante y repleta de ingenio. Sus personajes son verosímiles y su prosa eficaz. Katie es una mujer que sufre los conflictos reservados a los hombres hasta la revolución de los 60: insatisfacción ante un matrimonio rutinario, estancamiento profesional, miedo a perder el atractivo sexual. Su casa despide "un agrio olor a derrota" y sólo la infidelidad le devolverá la ilusión. Katie no encuentra más que una salida: comenzar desde cero, "arrancar la página y comenzar una nueva hoja". Sin embargo, será su marido el que inicie una nueva vida. Su amistad con GoodNews desembocará en una santurronería cada vez más insoportable. Sus delirios filantrópicos lograrán que algunos de sus vecinos acepten compartir su techo con un puñado de homeless. Katie no sabe cómo frenar las locuras de su marido, convertido en "una versión cristiana y progre del Ken de la Barbie".

Hornby repite la lección de Viridiana: la caridad siempre desemboca en el desastre y, en la mayoría de los casos, sólo esconde una patología. Amar al ser humano puede ser una experiencia terriblemente inhumana. Cada vez que el hombre acomete el proyecto de crear un mundo ideal, el sueño de una humanidad feliz se convierte en una pesadilla tan ridícula como insoportable. Al igual que los personajes de Greene, Katie recurre a la religión para aliviar su desconcierto, pero, en su caso, sólo encuentra una ceremonia donde el párroco (una mujer de mediana edad), canta fragmentos de El rey y yo.

Cómo ser buenos es una novela divertidísima, con diálogos chispeantes y situaciones dignas de una inspirada telecomedia. Hornby escarnece las fantasías altruistas y elogia el consumismo, que, a fin de cuentas, nos proporciona un placer seguro a un precio relativamente pequeño ("un discman y un puñado de compacts"). La imperfecta felicidad que se insinúa al final de la novela, sugiere que "no hay nada, absolutamente nada", salvo las defectuosas relaciones de unos seres humanos con otros. La facilidad con que se lee el relato lo aproxima al best-seller y, desde luego, los que busquen ese aliento cada vez más infrecuente de las grandes novelas que transformaron el género, no podrán evitar el sentimiento de decepción. Es innegable, sin embargo, que Hornby ha logrado esta- blecer un delicado equilibrio entre la parodia, el retrato psicológico y el testimonio. Su crónica es la crónica de una generación que vivió la pesadilla de ver como se cumplían algunos de sus sueños.