Cerca del corazón salvaje
Clarice Lispector
22 mayo, 2002 02:00Clarice Lispector. Foto: Archivo
Lispector pertenece a esa estirpe de escritores que no se conforman con narrar una historia. Hija de refugiados judíos que huyeron de Ucrania hacia 1917, Lispector desembarcó en Brasil cuando apenas contaba dos meses.Aunque en su casa se hablaba portugués, nunca logró desprenderse de la sensación de extrañeza ante un idioma que no era el de sus padres. La comparación con Nabokov o Conrad es improcedente, pero no es improbable que la conciencia de utilizar una lengua en cierto modo ajena influyera poderosamente en una escritura, incapaz de articularse sin meditar sobre sus límites.
Cerca del corazón salvaje es su primera novela. Publicada en 1944, cuando su autora apenas contaba 23 años, sus páginas ya enuncian los temas que nunca se desprenderían de su obra narrativa. La anécdota tiene escaso relieve. Las peripecias de Juana, que transita de la incomprensión de sus tíos adoptivos a la de un marido débil e inseguro, nos enseñan que la incomunicación entre los seres humanos brota de la insuficiencia del lenguaje. La palabra nunca podrá expresar el fondo último de las cosas, pero tan sólo en ella encontraremos una redención parcial de nuestra naturaleza contingente y una forma de aproximarnos a nuestros semejantes. Esta búsqueda de lo que nos trasciende explica que las invocaciones de un Dios despersonalizado y fundido con la materia, convivan con las referencias a la impotencia del lenguaje: "Yo sólo sé usar palabras y las palabras son mentirosas".
Aunque no se trata de un relato autobiográfico, el texto recuerda a un diario, pero no a un diario de vivencias, sino de sensaciones. En ese sentido, no es difícil advertir la proximidad con la escritura de Virginia Woolf o Djuna Barnes. Organizado en forma de estampas, la narración avanza hacia la desintegración, sometiendo al lenguaje a las torsiones de una sintaxis deliberadamente caótica. La insatisfacción de sus personajes, incapaces de romper su aislamiento, desemboca en una meditación sobre el ser de tintes fenomenológicos. Lispector entiende que no hay que forzar las cosas mediante la interpretación. Es suficiente que sean y se manifiesten. Las explicaciones tienen un efecto destructivo. El descubrimiento de que "todo es uno" se perderá si intentamos transformarlo en una teoría inteligible. Por eso, la felicidad sólo puede llegar de la sensación, que responde al mundo pero sin explicarlo.
Cerca... introdujo en las letras brasileñas un estilo narrativo muy alejado del colorismo de la novela regionalista. Frente al relato comprometido y al interés por el folclore, Lispector utilizó los recursos de la poesía y la filosofía para llevar a cabo un riguroso ejercicio de introspección del mundo y de sí misma. Su indagación le reveló que la necesidad de conocer era tan inevitable como la imposibilidad de satisfacer ese impulso. Este hallazgo acaso sea la causa de que despoje a sus personajes de la misma identidad que les había atribuido. En Cerca..., este procedimiento prescinde de su carácter alusivo, recurriendo al pronombre (él, Ella) para referirse a Juana, Lidia y Octavio, los tres vértices de un triángulo que simboliza las tensiones entre lo femenino y lo masculino. Lispector no ofrece conclusiones. Sólo el rigor de una escritura consciente de que el silencio es la última estación del lenguaje.