Dulce Chacón: "Lo peor de la tiranía del silencio es que se haga costumbre"
Dulce Chacón, por Gusi Bejer
Pregunta: ¿Cree que su novela le gustaría “a la mujer que iba a morir”? Respuesta: Estoy convencida. A su nieta le ha gustado. P: ¿Con cuántas mujeres ha hablado para recuperar esa “voz silenciada”? R: Durante cuatro años y medio he estado documentándome, he viajado por muchas ciudades españolas, he recogido muchos testimonios orales, no los he contado. P: Tras leer la novela, ¿podrán o querrán subir las persianas a la hora de hablar de su pasado? R: Es posible que muchas de ellas sigan con la necesidad de cerrar la ventana. Hay aún mucho miedo a la palabra, miedo a los vecinos, miedo a los dedos que señalan. P: ¿No teme que el libro quede sepultado por el alud de novedades sobre el exilio, la posguerra...? R: Es necesario que se escuchen las voces. En este momento, la inquietud por nuestro inmediato pasado está en el aire. Es preciso que mi novela se sume al coro de voces que reclaman la memoria, nuestra memoria, como un derecho. P: ¿Qué lo hace diferente de los demás libros? R: Quizá que el papel de la mujer reclama su lugar protagonista. Hay pocas publicaciones que cuenten la lucha de la mujer en el frente de batalla, en la guerrilla, porque hubo mujeres guerrilleras, en las cárceles franquistas, en la batalla cotidiana contra la dictadura, en la clandestinidad. P: ¿Qué le hubiera gustado más a su padre? R: Mi padre era poeta, habría reconocido el protagonismo del silencio en la estructura de la novela, de capítulos cortos, y la utilización de los tiempos verba-les como símbolo de la crueldad. Y las historias que cuento. P: ¿No teme haber trazado una historia sin grises, con buenos muy buenos y malos malísimos? R: En ocasiones, el maniqueísmo está en los ojos del que mira. Quien lea La voz dormida sin prejuicio observará que en ella hay crítica hacia el Partido Comunista, hacia el Partido Socialista, y que cuenta barbaridades cometidas por la derecha, pero también por la izquierda, como los sucesos de Paracuellos. P: Es el suyo un libro escrito con las tripas y el corazón: ¿demasiado visceral quizás? R: Está escrito con el alma abierta, y desgarrada, pero para escribir es necesario olvidarse del morbo, las vísceras no me interesan. La estructura de la novela, a imagen del coro griego en las tragedias, me permite contar las peores atrocidades sin que aparezcan en escena. P: ¿Qué es lo peor de la tiranía del silencio? R: Que se haga costumbre. Los hábitos son muy difíciles de romper. Y que el eco del silencio siga imponiendo su tiranía, cuando intenta convencernos de que es mejor seguir con la boca cerrada. P: Tras el libro ¿ha visto a muchas antiguas republicanas que desean contar su historia tras décadas de silencio? R: Muchas mujeres se han acercado a mí para decirme que ha habido una Hortensia en su familia o que su madre estuvo en la cárcel de Ventas y conoció a La Serafines y a La Tumba, o que su abuela compartió celda con Las Trece Rosas. La gente está deseando encontrar oídos atentos. P: ¿Por qué nunca se había contado su historia? R: Porque la Historia la escriben los hombres. P: ¿Cuánto debe a la publicidad, cuánto a la demagogia y cuánto a la literatura el éxito de su novela? R: Alfaguara ha hecho su apuesta y yo he escrito La voz dormida desde la honestidad, con el rigor que exige el lenguaje al escribir ficción, no demagogia. El éxito de mi novela, si lo tiene, se lo debe a las voces dormidas que despertaron para hablar en voz alta. P: ¿Algún día conoceremos la verdadera historia de las “Trece Rosas”? R: Algún día, espero que sí. Y Julita Conesa no habrá escrito en vano las cartas a su madre, donde pide que su nombre no se borre en la Historia. P: ¿No resulta más cómodo el olvido, el silencio de los horrores de la guerra civil, de todas las guerras? R: La memoria histórica la componen los recuerdos de todos, el silencio es el enemigo de la memoria, y la memoria es un derecho. Los que piensan que es más cómodo el silencio suelen ser los que utilizan la palabra como arma arrojadiza. P: ¿Por qué la transición no hizo justicia con estas mujeres? R: Los pactos de silencio nos llevaron a una transición amnésica. La armonía no se construye sobre el olvido, en este caso no, y los que protagonizaron los hechos históricos fueron borrados de la Historia. Les dolió esa nueva condena, pero les duele más que después de veinticinco años aún se cuestione si tienen derecho a sus recuerdos. P: ¿Le gustaría que La voz dormida fuese el Soldados de Salamina de 2002? R: Cuando me hacen esa pregunta, no sé qué contestar. Sí, sería la respuesta lógica, pero hay muchos matices en un sí. P: ¿Ha leído a la escritora pernambucana Dulce Chacón (1906-1982)? R: No, pero tengo noticias de ella. Mi hija la encontró en internet.