Image: Body art

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Novela

Body art

Don Delillo

7 noviembre, 2002 01:00

Don Delillo. Foto: Archivo

Traducción de Gian Gastelli. Circe, 2002. 141 páginas, 19 euros

La última novela de Delillo resulta sorprendente en los aspectos formales, pues nada queda en ella de novelas casi decimonónicas, por su longitud, como la primeriza Americana. Aún más asombrosa resulta su evolución en cuanto al contenido.

En la decena de novelas publicadas por Delillo, habíamos encontrado héroes que habitaban un mundo plural. El modelo se antojaba inalterable; un pequeño microcosmos como era el ambiente de la música rock en Great Jones Street, los deportes en End Zone... Se trataba de novelas con vocación de proyección "externa", extrínseca; ésta última, por el contrario, es intimista, intrínseca. Un personaje, Lauren Hartke, lleva todo el peso de la acción; aún más, intuimos que la toda acción se desarrolla en su mente atormentada, en poco más de cien páginas.

El matrimonio formado por el sexagenario "poeta cinematográfico" Rey Robles (un "niño de la guerra" nacido en Barcelona) y su joven esposa Lauren Hartke desayuna apaciblemente en su casa alquilada junto a la costa. Tras el desayuno Rey conduce hasta la casa de su primera esposa, Isabel Corrales, en Manhattan, donde se suicida. A partir de ese momento comienza un "antes" y un "después" para Lauren, que continúa habitando la casa alquilada. Un ruido en una habitación inexplorada en el tercer piso llama su atención. Allí encuentra a un individuo de aspecto penoso. Nada se sabe de él, y Lauren lo bautiza, en recuerdo de un antiguo profesor, como el señor Tuttle. Este personaje tiene la "especial habilidad" de repetir exactamente las conversaciones que Lauren y Rey mantuvieron en vida, porque conoce todos y cada uno de sus momentos más íntimos. Pero también es capaz de emitir sus propios juicios: "Pertenezco al momento, y abandonaré el momento. [...]

Durante la lectura de Body Art no deja de acompañarnos el recuerdo de Otra vuelta de tuerca; a fin de cuentas, Tuttle se antoja un fantasma fruto de la imaginación de Lauren. Cada una de sus frases, como en la cita extraída, es una especie de axioma que necesita ser convenientemente descifrado. Tal premisa sirve tanto para las alocuciones de Tuttle como para toda la novella. La condensación de significantes, de información, es tan densa que obliga una y otra vez a la relectura de pasajes concretos y de la totalidad. Es la única forma de entender el mundo interior de Lauren. Su desesperada búsqueda de la paz la conduce a estadios próximos a la paranoia, aunque, y éste es el verdadero nudo de la novela, tal vez sea esa la única salida cuando el dolor se hace insufrible.