Sputnik, mi amor
Haruki Murakami
13 febrero, 2003 01:00La historia evidencia la imposibilidad del deseo y la impotencia de las palabras. Fascinada por Kerouak y la generación beat, Sumire sueña con ser novelista. El narrador, un joven profesor de escuela, está enamorado de ella, pero su urgencia contrasta con la indiferencia de Sumire, que ignora el deseo hasta que conoce a Myû, una misteriosa mujer. Ambas se marcharán juntas al Egeo, donde la incapacidad de asumir ciertas experiencias les impedirá consumar su relación. Myû no logra deshacerse de la impresión de haber perdido la mitad de su ser en un cuarto de París, donde descubrió la proximidad del placer y la humillación. ése recuerdo frustrará su idilio con Sumire, que esperaba completar su yo con la experiencia de la pasión correspondida. El fracaso empujará a Sumire a internarse en el otro lado. Su historia enseñará al narrador el tenue hilo que une cada vida, tejiendo ese tapiz donde cada existencia sólo es el nudo de una vasta trama.
Se ha acusado a Murakami de trivializar la sociedad japonesa. Su literatura no está exenta de ciertas insuficiencias, pero sus dotes narrativas son innegables. Su exploración de lo humano no es nada complaciente y el recurso a la música o la literatura confirma la hibridez del mundo actual. Escritor excéntrico, Murakami, más cerca de Chandler que de Mishima, esboza una teoría del hombre próxima al existencialismo. Nuestro destino muestra una inquietante semejanza con la solitaria perrita del Sputnik ruso. La posibilidad de contemplarlo todo desde fuera no ha roto nuestro aislamiento.