Image: Bodas de plata

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Novela

Bodas de plata

Nativel Preciado

19 junio, 2003 02:00

Nativel Preciado. Foto: M.R.

Planeta. Barcelona, 2003. 246 páginas, 18 euros

La novela de sentimientos no es en absoluto fácil. Necesita que el autor decante bien las vivencias (reales o imaginadas, da igual), que las someta a un estricto control para aludir los reblandecimientos emocionales y que las disponga dentro de una trama interesante.

Con estos mimbres se está en disposición de lograr una buena novela, de una clase no muy habitual en nuestras letras, y que tampoco tiene mucho prestigio porque suele acabar en las formas degradadas del género rosa o de los culebrones televisivos. Una novela buena como Bodas de plata. Y lo digo así de claro para indicarle al potencial lector que no se deje engañar por la sencillez del libro. No son mejores por necesidad las obras complicadas. Una narración vale en la medida en que el autor dispone los medios convenientes para tratar un asunto.

Preciado se propone abordar la siempre grave cuestión de la lucha por la vida y la afronta desde una perspectiva intimista en la cual potencia la verdad psicológica de los protagonistas del relato. Sin desvelar algún detalle fundamental que estropearía la lectura, Bodas de plata presenta las relaciones entre un psiquiatra, llamado irónicamente Salvador, una paciente suya acongojada por los desequilibrios de un hijo, de la que se enamora, y una amiga de ésta víctima de un cáncer incurable. Esas vidas se cruzan, generan tensiones, cometen errores, desarrollan esperanzas y desfallecimientos. La acción, intensa aunque poco espectacular, toma un rumbo positivo, centrado en la celebración que da título al libro, pero otro desenlace muy diferente aguarda a la historia. En esa línea anecdótica se siembran algunas preocupaciones básicas de cualquier ser humano: la enfermedad, el dolor, la comprensión del otro y las conflictivas relaciones con él...

Esos motivos adquieren un alcance mayor al englobarse en una cuestión superior, el destino. La existencia, en la novela, se mueve entre polos distantes: un materialismo crudo, manifiesto en el peso del azar y en la victoria del dolor, el fracaso o la muerte, y un vitalismo capaz de enfrentarse a la adversidad y rectificar el rumbo ciego de la realidad. No sé si se vence hacia un lado o el otro, o si esto responde a una indefinición deliberada. Lo que importa es que la historia incita a la reflexión. Percibimos elementos positivos en la vida (el ejercicio de la voluntad enfrentado al fatalismo), pero no se postula ninguna clase de misticismo redentor, y el desenlace solo permite una lectura pesimista, bastante amarga. Estas reflexiones se presentan con una gran fuerza gracias a la cualidad básica de la novela, su autenticidad. Los personajes están retratados con hondura dentro de una concepción psicologista tradicional. Manifiestan unos conflictos bien explicados desde dentro. No es el pensamiento menos complejo ni serio porque no se formule con abstracciones filosóficas.

La prosa responde a ese planteamiento con un estilo sencillo y cuidadoso. En la composición, nada más hay un atrevimiento, unas informaciones salteadas sobre los efectos balsámicos para el espíritu de numerosas plantas medicinales. Todo, pues, confluye en una novela muy interesante por su fondo filosófico y de fácil lectura.