Image: Luz eléctrica

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Poesía

Luz eléctrica

Seamus Heaney

19 junio, 2003 02:00

Seamus Heaney

Traducción, prólogo y notas de Dámaso López. Visor, 2003. 207 páginas, 12 euros

A cierta altura de la vida todo poeta debe enfrentarse a un dilema tan natural como estremecedor: el de optar por el silencio responsable, o el de seguir con la repetición de los temas y las formas que han configurado su mundo y su escritura.

Rimbaud y Gil de Biedma son dos claros ejemplos de lo primero; la historia de la literatura es un museo con amplias -y valiosas- muestras de lo segundo. "A determinada edad/ pero imprecisa fecha" -como dice un poema de Antonio Carvajal- todo poeta debe abrir o cerrar para siempre su escritura. Seamus Heaney acaba de entrar en esa órbita del tiempo en la que no es fácil decidir y en la que ni siquiera se sabe muy bien qué es lo que debe hacerse. Eletric light tiene mucho de repetición, pero también de afianzamiento, de puesta al día de sus mecanismos y de llevar hasta sus últimas consecuencias algunas zonas de su creación. La crítica anglosajona ha sido cruel y clara con el libro, se ha ensañado con él. ¿Por qué?: pues porque no es un libro sino una colección y se ha pensado que esto le resta coherencia.

Electric Light no es lo que se llama un libro de estructura simbolista ni está regido por un principio orgánico: es una reunión de poemas, muchos de los cuales no sólo desarrollan vías anteriores de Heaney, sino que les añaden elementos y completan la dirección de su proceso y el proyecto poético de su autor. La novedad del libro reside, precisamente, en esto: en la calidad de los poemas en sí mismos y en que la memoria, más que la anécdota, es la base de un material poético, en el que el tratamiento del tiempo ha desplazado al tratamiento del lugar.

En "At Toomebridge" enmarca el territorio ("Donde son poesía para mí/ los iones negativos al aire libre. Como aquella vez...) y "En el maletín" es un capítulo de la epopeya familiar, que Heaney relata con humor y con pathos, y que le permite hacer su propia interpretación de Epidauro y la epifanía del dios, en una serie de tercetos en los que objetiva su mirada de niño, con acotaciones hechas desde quien ya ha dejado de serlo y se encuentra en la tierra de nadie que hay entre los dos.

La égloga virgiliana y el canto amebeo que la acompaña le permiten otro recorrido por el tiempo y otra ósmosis del yo: la de la máscara. Heaney intenta aquí un tipo de poema narrativo, cortado por la elipsis y reconstruido por la emoción más transminante: la que produce analogías y anagnórisis y purifica, en su sistema de identificaciones, la sensación nostálgica del yo -de un yo que cuenta con muchos precedentes en la tradición inglesa: con tantos que en la comparación podría naufragar. Pero eso no quiere decir que Luz eléctrica no contenga poemas excelentes, que los hay -como "La canción de Turpin" o "La campaña de la frontera", ambos más explicítamente autobiográficos de lo que en Heaney suele ser normal. Pero no sólo ellos: también esos más que interesantes movimientos que aparecen aislados dentro de un poema y que le confieren su especificidad. Me refiero a ese "¿Cómo aparece lo real en lo ficticio?" que atraviesa el libro entero; o a los "Cantares de Asturias", que sí que tienen unidad; o el inicio de "Lago Ballynahinch": "De forma que aparcamos en aquella limpia luz de primavera".

No hay en el libro una única forma de dicción, sino muchas, y eso es, al parecer, lo que molesta. Sin embargo, hay una gran abundancia de recursos. Los temas se entrelazan y las formas también. Los temas son, en realidad, uno: en concreto, éste -"la edad nos roba todo, incluso los recuerdos". Las formas, en cambio, son muchísimas más. De modo que se establece una dialéctica entre la unidad del tema y la variedad del tratamiento. Y esa dialéctica se intensifica en y con los poemas que podemos considerar "Notas de viaje". De estas, la mejor es "3 Pilos", dedicada al helenista Robert Fitzgerald, "el Néstor de Harvard". Otros textos son homenajes, como el que dedica a Ted Hughes, o el "Al modo de Auden", que parecen un anexo del libro, y que lo desvían de lo que podría haber sido su organicidad.

La versión de Dámaso López García es muy cuidada, con hallazgos incluso allí donde en el inglés también están. Pero la sensación que el libro deja -y en esto la crítica ha tenido razón- es la de cierta falta de unidad, de rigor, de sistema, no tanto en los textos como en el libro en sí.