La poesía de 2024: entre el desconcierto y el continuismo
Un año rico en antologías y poesía reunida, aunque también han proliferado las novedades y la existencia de un grupo muy activo de pequeños sellos.
A la hora de hacer balance de nuestra poesía, recuerdo las palabras que un entonces joven autor dedicaba al asunto allá por 1985. Veía aquel poeta el imperio de “la locuacidad desatada y la tendencia al grupo, a la imitación del vecino convertido en alto modelo poético, elevado a la categoría de cabeza generacional”.
Cuarenta años después, el diagnóstico no ha perdido validez, complicado por el efecto de las redes sociales –multiplicadoras del narcisismo y la falta de medida y autocrítica– y el abaratamiento de los costes de producción, que provoca no solo la proliferación de novedades, sino también la existencia de un grupo muy activo de pequeños sellos, lo que a su vez explica la gran variedad estilística de unos libros que fluyen en tropel sin hacer mella –por lo común– en las mesas de novedades. Tampoco es nuevo el desinterés que los diversos tramos generacionales se tributan mutuamente, solo que ahora ya nadie parece molestarse en disimular…
Así las cosas, resumir un año de poesía en diez títulos (que a su vez deben competir entre sí) es tarea ingrata y poco productiva. Celebremos esos diez árboles destacados, sí, pero miremos más allá, al bosque donde crecen. Como el año pasado, este 2024 ha sido rico en antologías y poesía reunidas. Entre las segundas, destacan José Mateos con Los nombres que te he dado (Vandalia) y el primer volumen de la completa del añorado Eduardo Chirinos, Cuaderno rojo. Poemas 1978-1998 (Pre-Textos).
Celebrada por su narrativa, Pilar Adón ha reunido en Las huidas (La Bella Varsovia) dos décadas y media de trabajo poético. Y no me olvido de Eduardo Moga, que ha juntado en tres tomos (Ser de incertidumbre, Dilema) toda su poesía entre 1994 y 2023. También reciente es la Poesía completa (Tusquets) de Chantal Maillard, que complementa la editada en 2022.
Entre las antologías, destacan la recuperación del poeta catalán Joan Vinyoli (Soy un hombre solo, Galaxia Gutenberg) en la impecable traducción de José Ángel Cilleruelo; y Meditaciones del lugar (Pre-Textos), reunión de los poemas que Álvaro Valverde dedica a espacios concretos. Otro rescate luminoso: Ramón Xirau con Gradas/ Graons, traducido por Andrés Sánchez Robayna.
La poesía no falla. Como no falla la libertad del lector para no dejarse confundir
A excepción de Ben Clark, premio de la Crítica con Demonios (Sloper), los galardones institucionales llevan nombre de mujer: el Premio fue a parar a la gallega Chus Pato por Sonora (2023), que ha visto la luz en traducción castellana en Ultramarinos; la mexicana Coral Bracho, a quien conocimos gracias a Pre-Textos, obtuvo el Premio García Lorca, y la colombiana Piedad Bonnett, justamente admirada, acaba de recibir el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
En el capítulo de poesía extranjera, destaca el Premio Princesa de Asturias de las Letras a Ana Blandiana, visitante asidua de nuestro país. Y aún resuena el eco del paso por Madrid de Simon Armitage, poeta laureado del Reino Unido, por la publicación de su antología Avión de papel (Impedimenta). Otra visita: la del poeta y leyenda de la edición en Alemania, Michael Krüger, de quien podemos leer Una parte del día (Tres Molins).
El año nos ha obligado a despedirnos de Julia Uceda, Antonio Hernández, Fernando Delgado y Ángel García López. Pero también, en el momento de redactar estas líneas, nos acerca los nuevos libros de Clara Janés, Juan Antonio Masoliver Ródenas y Juan Antonio González Iglesias, entre otros. La poesía no falla. Como no falla la libertad del lector para no dejarse confundir por ciertos brillos y dar con la moneda verdadera, la que nunca se gasta.