En medio de ninguna parte
John M. Coetzee
26 junio, 2003 02:00John M. Coetzee. R. Anvers
La literatura del surafricano John M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) comienza a internarse en el territorio de los clásicos. Avalada en dos ocasiones por el Booker Prize, que se le concedió por Vida y época de Michael K. (1983) y Desgracia (1999), Javier Marías le convirtió en el primer galardonado con el aristocrático Premio Reino de Redonda, adjudicándole el ducado de Deshonra.Desde entonces, su prestigio no ha dejado de crecer en nuestro país. In the Heart of the Country (traducida como En medio de ninguna parte) apareció en 1977. Tras Dusklands, que aún no ha sido vertida a nuestro idioma, es su segunda novela. Pese a no ser uno de sus textos mayores, el relato de una mujer condenada a la soledad en medio de un paisaje desolado no está exento de esas virtudes que han despertado el reconocimiento de la crítica. Magda es una joven blanca que vive con su padre viudo en una granja del interior. Son los años de hierro en que la segregación ha transformado Suráfrica en una nación devastada por la ira. Los negros que trabajan para ellos carecen de conciencia política. El áspero trabajo del campo ha rebajado su existencia al nivel de la rutina animal, pero eso no ha impedido que el odio prospere en su alma. Magda no es ajena a ese sentimiento. Su pertenencia al bando de los amos sólo es ficticia. Despreciada por su padre, que apenas disimula la frustración de no tener un hijo varón, la aparición de una segunda esposa desatará la violencia reprimida hasta entonces. En esta ocasión, Coetzee rompe las exigencias de la novela realista, introduciendo una secuencia temporal ambigua, donde el orden de los acontecimientos prescinde de la lógica convencional. Ese recurso, que sugiere la posibilidad de que los hechos narrados sólo sean una fantasía onírica, revela su necesidad en las últimas páginas, cuando Magda se extravía en el delirio, confundiendo su diálogo interior con una conversación entre ella y las voces que resuenan en su cabeza.
Organizado en forma de diario, En medio... reconstruye magistralmente la intimidad de una mujer insatisfecha. Magda no ignora que los otros siempre la han percibido como una ausencia. Sólo es "una solterona colérica, enclavada en medio de ninguna parte". Lejos de rebelarse contra ese destino, el tiempo le ha descubierto el placer de la vejación. Su rabia se mezcla con una turbia pasión por ser escarnecida. Esa complacencia con la humillación convive con el resentimiento. Excluida del amor y del sexo, ni siquiera puede evocar una edad prístina, donde no existían el dolor ni la crueldad.
Su madre, muerta en el parto, sólo es una prefiguración de su esterilidad. No importa que ella la engendrara. La existencia de ambas no es más que un imperceptible vacío, una sombra que pasa por un mundo indiferente a su hambre de afecto. La aventura del padre con la mujer de un empleado, apenas una niña sin desflorar, sólo pondrá de manifiesto la miseria de un cuerpo que no ha conocido otro cuerpo. La insinuación del incesto sólo añade ponzoña a un alma que intuye la proximidad del placer y la muerte. La orgía de violencia que la emancipa del padre y su posterior violación adquieren una dimensión mítica, convirtiendo su existencia en la metáfora de un país anegado en sangre.
La escritura de Coetzee mezcla rigor y lirismo. Un estilo desnudo, preciso, nos permite transitar por el interior de los personajes, mostrando la fuerza del lenguaje como herramienta de conocimiento. Este procedimiento no malogra el impulso narrativo. Coetzee integra idea y relato en un equilibrio perfecto, sin que se estorben mutuamente. Se trata de una fórmula que incluye ese componente mítico, gracias al cual es posible trascender los particularismos. Magda es una mujer blanca en suelo africano, pero su peripecia nos concierne a todos. Es imposible no identificarse con su perplejidad y vulnerabilidad. La experiencia de la finitud nos convierte a todos en conciencias arrojadas a un mundo incomprensible. Al final, prevalece la idea de "nada es verdad", salvo esa palabra que nos permite vaciarnos en los otros, con la esperanza de encontrar en ellos la misma fragilidad que habita en nosotros.