Image: El rompimiento de Gloria

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Novela

El rompimiento de Gloria

Marqués de Tamarón

17 julio, 2003 02:00

Marqués de Tamarón. Foto: Matías Costa

Pre-Textos. Valencia, 2003. 246 páginas, 14’42 euros

En su primera novela, el marqués de Tamarón cultiva un modelo tradicional, el relato de maduración que cuenta cómo se produce el descubrimiento del mundo y la adquisición de un valor definitivo para enfrentarse a la realidad. Eso hace el narrador de El rompimiento de Gloria mediante una evocación autobiográfica.

La peripecia del protagonista se extiende por casi todo el siglo pasado. Su trayectoria semeja la de un aventurero que vive episodios contradictorios que incluyen una auténtica conversión (el sarampión marxista juvenil desemboca en un fuerte conservadurismo). Pero este cambio social e ideológico no se produce por medio de una historia de acción (y no faltan pasajes que la piden con algún detalle), sino de un relato intelectual y especulativo.

Constantes conversaciones altamente discursivas y culturalistas ocupan la mayor parte de la novela. Se debaten cuestiones artísticas, estéticas y literarias. El narrador y dos personajes emblemáticos se recrean en la naturaleza y se explayan con muy subidas razones acerca de la belleza. Algunas situaciones recuerdan los diálogos renacentistas. En fin, el autor hace citas en latín que no traduce porque sería "vana pedantería o insulto a la vasta cultura de los lectores". Tamarón diseña una trama de aventura interior, con escenas de bucolismo paisajístico, como soporte de un relato intelectual en defensa de "los dioses agrestes". Pero este enfoque acarrea un serio problema. La especulación se impone a lo novelesco. Los personajes se utilizan como un pretexto y no son creíbles, ni lo resultan su complejidad y refinamiento espiritual, ni sus sentimientos. Las ideas parecen más anodinas o rebuscadas que profundas. Las menciones de autores clásicos y pensadores abruman.

La elitista visión del mundo que el autor debate puede ser interesante, pero desde un punto de vista narrativo, no ha sabido comunicar un grado suficiente de sinceridad a su novela.