Mientras tuvimos alas
Juan Cobos Wilkins
18 septiembre, 2003 02:00Juan Cobos Wilkins. Foto: P. Frías
Entre las opciones extremas que se encuentran hoy en la novelística española, realismo crudo y lirismo, el también poeta Cobos Wilkins se acoge a esta segunda en Mientras tuvimos alas.Desde una perspectiva poemática, el autor construye una historia de aprendizaje y maduración. Así que no hay que hacer ningún caso a la cubierta del libro porque esta novela ni se interna en territorios inusuales en la narrativa actual, ni es audaz, ni diferente. Resultaría mucho mejor para todos si el editor respondiera a la verdad: estamos ante un relato de corte convencional y escrito con mucho cuidado, que narra una anécdota interesante y cuyo saldo general es bastante positivo. Ni más ni menos, que no es poco.
Como suele ser frecuente en la literatura de iniciación, el narrador y protagonista es un niño en los límites de la adolescencia que cuenta la historia desde la perspectiva de una todavía cierta inocencia. El muchacho, Arcadio, rememora, a sus 17 años, coincidiendo con la agonía de Franco, unas vacaciones, las del verano del 69, fecha de la llegada del hombre a la luna y del nombramiento de Juan Carlos como sucesor de Franco. Al simbolismo alusivo y un poco inocente del nombre y de la enfermedad que padece (un soplo en el corazón) se suman estos hechos históricos para subrayar el carácter alegórico de la novela: se cierra una etapa y se abre otra; el protagonista ha alcanzado la madurez y con ella deja atrás la Arcadia.
Ese verano fue feliz y triste para Arcadio. Recibió los mimos de su distinguida y acomodada familia, absorbió las sabias orientaciones de su padrino, extraño y exquisito escritor, contempló el nacimiento del amor en la persona de su criada, comprendió el mal y descubrió por partida doble la muerte: el novio de la chica fallece en accidente y el padrino se suicida. Ahí está resumida la experiencia total de la vida, eros y tánatos, y el narrador da cuenta de ella con aceptación de la realidad y también con un acento de melancolía que impulsa a la evasión o al refugio en la literatura. En cualquier caso, al escepticismo vital representado por la propuesta del padrino que asume su ahijado. Una propuesta presentada con aires de pensamiento profundo y que no pasa de ocurrencia ingeniosa: Hamlet, ante su famoso dilema, "ser o no ser", también puede elegir "o".
Estas cuestiones existenciales se abordan en una rememoración que da mucha importancia al registro ambiental, de fina sensibilidad paisajística. Al lado de la naturaleza, tratada de un modo un poco impresionista, se ponen generosas infor-
maciones culturales y estéticas. El intelectualismo y ensimismamiento del relato se contrarresta con ocasionales y oportunos datos de época: una canción, una película... A ello hay que añadir una prosa trabajada con esmero, y con buen oído para los abundantes diálogos, con un punto coloquial muy medido. Mientras... resuelve con tino la disyuntiva entre sentimentalismo e intelectualización, y con ese equilibrio añade una narración meritoria a un asunto frecuentado por la literatura de todos los tiempos y tierras.