Image: El buen sirviente

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Novela

El buen sirviente

Carmen Posadas

23 octubre, 2003 02:00

Carmen Posadas. Foto: Pablo Viñas

Planeta. Barcelona, 2003. 272 páginas, 19 euros

Entre las grandes aportaciones de los telefilmes americanos está la de habernos ilustrado sobre cómo la vida es un valle de lágrimas para todo el mundo. Gracias a ellos sabemos que los ricos también lloran, que el memorable J.R. no se libra de problemas como cualquier hijo de vecino, que en Falcon Crest no tienen respiro...

Ese mundillo de acaudalados, glamurosos, folclóricos, marquesonas, etc., es un tema literario tan considerable como cualquier otro, siempre, claro, que no consista en una complacencia en formas de vida marginales, y por tanto poco representativas. Desde una lucidez vitriólica, Terenci Moix le dio un repaso inmisericorde a la tropa de chulas y famosas de la España finisecular.

Algunas coincidencias hay entre esa vertiente sarcástica del fallecido Moix y la nueva novela de Carmen Posadas. El buen sirviente cuenta, entre otras peripecias graciosas y un poco retorcidas, la refinada broma que una madre rica, caprichosa y ausente prepara como regalo de cumpleaños para su hija, fotógrafa famosa. El plan toma derroteros imprevistos, salpica a la instigadora y este ejemplo de cazador cazado sirve de base a algunas consideraciones sobre la naturaleza humana.

Una de las creencias de la autora uruguaya radica en pensar que el mundo se rige por el fatalismo del azar. También opina, y así lo dice, que los argumentos bien trabados son cosa de novelas, no de la realidad. Sobre ese soporte, Posadas monta una historia de engaños y sorpresas, una comedia de equívocos, cuyo objetivo son las mencionadas formas de vida de cierta gente bien. Su planteamiento entronca con el costumbrismo humorístico de actualidad, y desliza en la obra algunas punzadas críticas a determinados comportamientos, por ejemplo el que llama las "marinacastaño".

Este distanciamiento de la clase a la que la propia autora pertenece produce literariamente un efecto satírico eficaz, aunque no del todo satisfactorio. Esa materia requeriría un punto más allá de distorsión, un acercamiento expresionista, para que no quedaran sombras de una cierta blandura. Posadas ridiculiza los malos modos, pero no la esencia de esa gente, y deja pendiente dar el salto hasta convertir su anécdota en un análisis sincero y a fondo del grupo que retrata. Pudiera ser que no se proponga tal cosa, y está en su derecho, pero entonces su literatura tiene esa notable limitación de raíz. Para entendernos: su meta tendría que ser el esperpento y no la comedia más o menos amable, género éste por el que se inclina, con una evidente concepción cinematográfica del relato (Almodóvar podría hacer una película muy suya con la novela).

No digo esto por enmendarle la plana a la autora, y pedirle algo fuera de su voluntad, sino porque no tengo certeza de que esa ambición de escritura seria no figure en sus propósitos. Creo, incluso, que la tiene, pero que le falta arranque y coraje para acometerla. No se trata sólo de una presunción. En el origen de la trama hay un conflicto asociado al problema de la culpa que abre la novela a una dimensión trágica. Por desgracia, la autora no ahonda en esta línea que pondría su libro en una órbita de auténtica ambición psicológica y social.

Prefiere Posadas esa otra clave menor, más gratificante, y a ella hace concesiones: abundancia de situaciones ocurrentes, disquisiciones sobre el amor, apuntes acerca de la dialéctica hombre y mujer, tipos atractivos (el inmigrante apolíneo)... Hay en todo ello no poco mérito. La historia conjuga inventiva, ingenio y observación. El argumento se desarrolla en una composición calculada y nada fácil, ágil, si bien algo enrevesada y cansina en el desenlace. Además, está escrita con un buen castellano, fluido y plástico. En conjunto, El buen sirviente resulta amena, a ratos muy divertida, y presenta un afortunado punto agridulce. Pero desilusiona que estas cualidades se gasten en un empeño bastante limitado.