Image: La vida caprichosa

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Novela

La vida caprichosa

Antonio Fernández-Molina

18 diciembre, 2003 01:00

Antonio Fernández-Molina. Foto: Carlos Cortés

Libros del Innombrable. Zaragoza, 2003. 190 páginas, 13 euros

El poeta, pintor y prosista Antonio F. Molina padece el destino que aguarda a los autores de vanguardia: ocupa un lugar periférico en la sociedad literaria, conocido sólo de unos pocos que admiran su radical creatividad.

Nacido en 1927, pertenece a la misma promoción de los escritores sociales, pero su apuesta fue en la línea contraria al realismo. A. F. Molina entronca con el afán renovador del grupo postista, con el expresionismo, Kafka y el Valle de los esperpentos, con lo absurdo, lo onírico y lo surreal. Como narrador tuvo su mejor momento en la década final del franquismo. Una novela suya muy rupturista, Solo de trompeta, de 1965, fue una de las más notables de aquellos años de ajetreadas innovaciones.

Esta actitud experimental la ha volcado Fernández Molina en cuentos, relatos y novelas olvidados. Por eso es muy oportuno este libro, La vida caprichosa, que contiene una muestra representativa de su prosa breve. Hay piezas, predecesoras de los hoy jaleados microrrelatos, cuya mínima extensión funciona muy bien porque al destello metafórico o a la revelación onírica les basta con esa medida. Alguna otra tiene un trazado más narrativo.

Esta prosa poética y revulsiva se puebla con imágenes, greguerías ramonianas y paradojas, y transmite una impresión bastante inquietante de la existencia. En Cejunta, un espacio imaginario que funciona como el reverso de nuestras convenciones urbanas, "cada vez que una mujer aplica sus labios sobre la piel de un macho le arranca un pedazo de carne". En otras ocasiones, el orden natural del mundo se trastoca: en uno de los textos, la lluvia cae hacia arriba, y en otro lo que llueve son paraguas. No falta el misterio, el terror. También surge el problema de la identidad, representado por la figura del doble. Y al afán de trascendencia se le aplica un enfoque burlesco: ser inmortal resulta tan aburrido que se impone la búsqueda de un medio que haga mortales a los inmortales. Estos telegráficos apuntes de los imprevisibles contenidos del libro sirven para mostrar el fervoroso cultivo de una voluntad imaginativa absoluta. Tiene Molina en ello notables aciertos inventivos, admira con algunas sorpresas anecdóticas, resuelve la leve trama con ingenio, se dispara hacia un humorismo dislocado e intelectual.

Todos estos elementos van más lejos del simple juego inteligente y disparatado. Bajo ellos fluye un principio de inconformismo y rebeldía. Un subterráneo nihilismo los atraviesa. El autor reniega del racionalismo y apuesta por descubrir otra realidad distinta a la elaborada por la lógica y la percibida por los sentidos. Su mérito consiste en cuestionar tantas rutinarias certezas y rebajar los humos a la pretenciosa especie humana: en abrirnos los ojos con un constante juego metafórico, imaginativo y mental. Todo ello se ve en esta antología, una oportuna llamada de atención sobre este marginal e interesante narrador.