Un barco cargado de arroz
Alicia Giménez Bartlett
17 junio, 2004 02:00Alicia Giménez Bartlett. Foto: Carlos Miralles
La novela negra tiene sus propias reglas, aunque no tan rígidas como para que no haya múltiples variantes dentro de unos requisitos mínimos.Es indispensable que existan delitos y que sean perseguidos, pero más allá de eso el relato puede tomar múltiples caminos. De hecho, la trama de suspense típica del género cada día va perdiendo más importancia a favor de otros elementos, y en esta línea hace avanzar Alicia Giménez Bartlett a la pareja de policías a la que dio vida en 1996, Petra Delicado y Fermín Garzón. Ello queda claro en el nuevo caso que la inspectora y su ayudante, ahora con el auxilio de una joven y guapa policía municipal, Yolanda, resuelven en Un barco cargado de arroz. Buena parte de la novela la ocupan las vicisitudes personales de los investigadores: un nuevo amor de Petra y una visita a Garzón de su hijo homosexual. Otra parte presta atención a los grupos sociales marginados, vagabundos y sin techo de la gran ciudad. Y nada más una porción se reserva para desentrañar varios asesinatos cometidos en el ámbito de la delincuencia empresarial.
Bartlett hace tiempo que consiguió algo que ahora corrobora: una forma personal y valiosa de novela policiaca. La base está en la afortunada aleación de esos materiales señalados, evitando el riesgo de que lo criminal se convierta en simple percha para colgar las otras restantes preocupaciones. La intriga tiene peso y consistencia, se desarrolla por sus pasos contados y se resuelve con lógica (sólo, en esta ocasión, al desenlace sorpresivo y de buena ley añade una propina que no me parece congruente). Las preocupaciones de los investigadores responden a las de la gente común y las aborda con buena mano psicologista. Y como las relaciones entre una mujer jefe más joven que su subordinado hombre permiten proyectar en ellas los conflictos de diferencia de sexo tan notables en nuestros días, la obra tiene bastante también de espejo stendhaliano de una época de crisis y mudanzas en los valores. A todo ello añade Bartlett cuestiones de siempre, y plantea lo que para mí resulta más valioso, un sentido de la vida.
No resulta fácil en literatura esta deriva hacia lo filosófico, pero Bart-lett la resuelve muy bien porque acierta a encajarla como un componente de pensamiento expresado sin confusas pretensiones. Naturalidad en las ideas y en su verbalización. Este último caso de Delicado y Garzón tiene muchos alicientes: es una novela amena con un fondo de ideas que brinda una lectura más sencilla, para un entretenimiento noble, y otra más compleja que invita a reflexionar sobre algunas constantes de la condición humana: la soledad, la compañía, la ambición, la mentira o la esperanza.