Image: Especies protegidas

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Novela

Especies protegidas

Ferrán Torrent

1 julio, 2004 02:00

Ferrán Torrent. Foto: Planeta

Traducción de Felipe Tobar. Planeta. Barcelona, 2004. 334 páginas, 20 euros

Subrayaba hace poco, a propósito de Sociedad limitada (2002), de Ferrán Torrent, la implacable conciencia crítica que inspira a este escritor. En realidad, esta novela y no sé si alguna otra suya, constituye una viñeta de un amplio proyecto, un demoledor friso de las clases dirigentes valencianas de comienzos de centuria, al cual añade con Especies protegidas un nuevo episodio.

Como apunta el sarcástico título, existen en esa sociedad especies protegidas. Se refiere Torrent sobre todo a políticos y empresarios, dos grupos prestos a cualquier marrullería con tal de preservar sus intereses, beneficiarse del poder aquéllos y lograr éstos grandes ganancias por medio de la especulación. La escena actual la centra un conocido de los lectores de Torrent, el empresario Juan Lloris, dispuesto a rentabilizar el maletín de dinero negro que ha aupado a un partido independentista hasta el gobierno, lo cual le lleva a la presidencia del Valencia C.F. y le encamina a la alcaldía. Tal vez en otra entrega lo encontremos de regidor municipal, en la estela no casual de un famoso personaje público hace poco desaparecido.

Este recorrido argumental se cumple con la suma de incesantes peripecias marcadas por la corrupción, las ambiciones personales, los engaños, la deslealtad, y los etcéteras de este tipo que se pueden suponer. De ahí sale un retrato vitriólico de estas especies privilegiadas, amén de protegidas. Y al fondo, aunque no se hable de ella, queda una sociedad inerme. Lo mucho malo que la vox populi suele atribuir a los políticos se demuestra aquí. Y también se corrobora esa imagen de ciertos empresarios como aves de rapiña que en lugar de crear riqueza practican el pelotazo y esquilman a la sociedad. Unos y otros se benefician de los negocios sucios.

Lo característico de Especies protegidas es el tratamiento humorístico de esa materia social. Está Torrent particularmente bien dotado para un humorismo de situaciones. Despliega en este campo una inventiva ingeniosa para recrear con gracejo y mala (buena) intención situaciones imaginables: los encuentros semi clandestinos de los dirigentes políticos o el turbio mundillo del fútbol profesional. Esta preferencia da a la novela un aire cinematográfico de comedia de engaños y equívocos. El resultado es una narración muy divertida basada en una cadena de anécdotas ocurrentes. En virtud de este propósito, los protagonistas tienen poco desarrollo interior. Torrent los concibe como arquetipos: se limita a pasar lista al empresario ladino, al político venal, al intermediario avispado... Una especie de picaresca actual con personajes cuyo sucinto retrato sirve para encarnar las aleccionadoras hazañas que realizan, pero no sobraría que tuvieran una mayor profundiad psicológica. La visión externa de este minizoo humano tan sugestivo le deja a uno insatisfecho.

Ferran Torrent escribe una novela amenísima y valiente, y supongo que especialmente revulsiva en su tierra, pues algo en ella suena a historias en clave, aunque esto no sea obstáculo para disfrutarla como metáfora. El profundo localismo costumbrista no impide de ningún modo que percibamos un retrato general de hábitos perniciosos. Y, sobre todo, plantea un asunto de no pequeña trascendencia, la degradación de la democracia en una partitocracia capaz de aliarse con el diablo con tal de controlar la sociedad en beneficio de los políticos profesionales. Hay que insistir en el mérito de una denuncia feroz por medio de un relato que asegura el entretenimiento. Pero también hay que plantear el limitado alcance del método literario utilizado. Uno sabe que lo que cuenta Torrent es verdad, hasta las exageraciones. La simple copia de una sociedad tan burda no produce, sin embargo, y por paradoja, un efecto de realismo. La distorsión valleinclanesca que lleva la hipérbole al absurdo no sería un mal camino para los propósitos de Torrent, pero hoy por hoy se contenta con aplicar con libertad y coraje un minucioso espejo.