Las cuatro paredes
Vanghélis Hadziyannidis
28 octubre, 2004 02:00Vanghélis Hadziyannidis. Foto: V.H.
La primera novela de Vanghélis Hadziyannidis (Grecia, 1967) puede interpretarse como una alegoría, un estudio sobre el misterio, el mito y lo numinoso o una narración que mezcla el suspense, la indagación psicológica y las tensiones del poder político y religioso.Ninguna lectura es improcedente, pero ante todo se trata de un texto donde la escritura prevalece sobre la realidad, sugiriendo que en la literatura hay más verdad que en los hechos objetivos. El mundo existe para convertirse en escritura y la ficción es la condición de posibilidad de lo real. Hadziyannidis sitúa la acción en una isla griega donde la aparición de una enigmática mujer acentúa la excentricidad de P. Rodakis, un albañil que sufre alucinaciones y que preserva su vulnerabilidad mediante la misantropía.
La misteriosa mujer desprende un repelente "olor a algas podridas", pero su miseria física se diluye cuando se revela su pretensión de elaborar una miel con propiedades milagrosas. No es un milagro que se inscriba en la mitología del cristianismo, sino un prodigio que actualiza el originario "néctar de los dioses", esa quintaesencia que difumina la distancia entre lo sobrenatural y lo terrenal. El néctar actúa como una apertura que esclarece lo irracional y desborda cualquier imposibilidad, reflejando que las emociones humanas siempre rebasan cualquier tentativa de comprensión. La disputa por el néctar introduce las ambiciones de un aristócrata y las intrigas de un monasterio excavado en el interior de una montaña. El suspense no decrece en ningún momento, pero no es una expectación banal, sino una trama trufada de elementos simbólicos, teológicos y mesiánicos. El contraste entre el ojo de Rodakis y el de la creadora del néctar se resuelve con un momento de pánico: el terror ante la impenetrabilidad del otro. Es posible ver la pupila de un semejante, pero la mirada resbala por una superficie opaca que impide acceder al interior. Lo sobrenatural no es una realidad exterior, sino el abismo que nos separa de los otros y de nosotros mismos. Hadziyannidis entiende que los secretos no pueden dilucidarse sin empobrecer el mundo o dañar la humanidad del hombre, que pierde algo fundamental cuando todo se hace inteligible. Es inevitable pensar en Borges. El universo es una biblioteca que contiene un libro que explica todo, pero ese libro es inencontrable y su hallazgo implicaría una fatalidad irreversible, pues la realidad quedaría despojada de su misterio.
Hadziyannidis ha debutado con una novela inteligente y precisa. Se trata de literatura total, que no deja ningún hilo suelto, pero que al mismo tiempo produce el efecto de lo inacabado, de esa escritura interminable que sólo se interrumpe para abrir un claro a otra forma de escritura que llamamos silencio.