Maurice Sendak inauguró una estructura narrativa que ha sido empleada en numerosos libros-álbumes. En Donde viven los monstruos (1963) representaba de un modo sugerente el paso que une la realidad con el territorio de la fantasía y la vuelta de éste a la realidad. Así, las ilustraciones de Sendak consiguieron plasmar tres principios desarrollados, entre otros, por Lewis Carroll. Primero, al mundo de la fantasía se entra y se sale; segundo, un mo-tivo profundo nos lleva a traspasar este um-bral y, tercero, este viaje-ex-periencia nos transforma.
Dunbar parte de esta estructura y la integra a otro motivo recurrente en los cuentos para niños: "la aventura de sumergirse en el cuadro". El resultado es un libro divertido e inteligente en el que, gracias a la convergencia de ambos modelos, se identifica el recorrido iniciatico-terapéutico del personaje con el carácter afectivo y lúdico del arte: una metamorfosis opera en Lola (Katie, en el original) y descubre que el arte le permite volar.