Image: Un milagro en equilibrio

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Novela

Un milagro en equilibrio

Lucía Etxebarria

11 noviembre, 2004 01:00

Lucía Etxebarria. Foto: M.R.

Premio Planeta. Barcelona, 2004. 424 páginas, 21 euros

Lucía Extebarria empezó su obra literaria dando testimonio directo y crítico de una problemática actual ceñida al campo de las insatisfacciones de la gente joven y, en particular, de las mujeres.

En sus comienzos, abordó estos asuntos con sano apasionamiento, con buena vista para seleccionar materiales significativos de entre los muchos que ofrece la realidad, y buen oído para trasmitirlos con una prosa directa, eficaz aunque incurriera en descuidos. Estas cualidades de la escritora primeriza se han ido perdiendo en poco tiempo, a la vez que, curiosamente, su curriculum ha acumulado premios cuantiosos.

La gracia de aquella interesante frescura inicial se ha trasformado al llegar a Un milagro en equilibrio en una escritura rutinaria, de un psicologismo convencional y sin ningún mérito estilístico. Estos son los rasgos dominantes de una historia prolija, de 400 pesadas páginas en las cuales una joven, Eva, detalla a su hija recién nacida su amarga peripecia. Lo hace en un diario que abarca toda su historia, desde la infancia hasta el reciente alumbramiento. En realidad, se trata de una confesión guiada por una idea directriz, valorar los errores del pasado desde la perspectiva del punto de equilibrio del presente.

La trayectoria turbulenta de Eva se contrapone a la estabilidad de ahora, debida a la conjunción de unas circunstancias: el amor por la hija, el marido atento, y su inserción en un círculo familiar y amistoso. Este final tiene bastante de conformismo resignado, pues acepta como son los afectos conflictivos que se han cruzado en su vida, y, símbolo máximo, cambia la pasión de los antiguos amantes por el trato sosegado y casi insulso con el padre de su hija. Tal recorrido global se concibe, además, como una visión cíclica de la existencia. De este modo la novela parte de un modelo establecido y deriva hacia otro también ya acuñado. Empieza planteando la rebeldía contra el mundo de un "patito feo" (la Eva regordeta, pechugona, baja) y termina como un relato de aprendizaje y maduración que lleva a admitir sin entusiasmo la realidad común. Eva escribe además su confesión con un propósito didáctico, pues la destina a la instrucción de la hija.

El diario anuda dos experiencias capitales, la maternidad y la muerte de la madre. En ambos asuntos atisba la autora el buen fondo de su materia, pero o les saca muy escaso partido, o los hipoteca haciendo constantes concesiones. En lugar de observar con sutileza, y de ahondar en esos motivos, los trivializa. Lo mismo hace con los restantes materiales. Los datos proceden de una especie de costumbrismo superficial, lleno de tópicos y anotaciones convencionales. Las situaciones injustas y los traumas psicológicos que aborda se presentan con la intencionalidad proyectiva típica de la subliteratura sentimental.

A la vez, esta historia, a ratos oportunista, se llena de comentarios pretenciosos, de apariencia filosófica o trascendente, de falsa penetración en los problemas de la mente o en los secretos de la identidad. Y aunque haya personajes de bastante enjundia (la madre o el marido), tienen una traza insuficiente y abundan más las simplificaciones de corte maniqueo que se contentan con distinguir buenos y malos.

Esta endeblez de la historia y de los personajes se acompaña de un estilo o pobre o torpe. Hay incorrecciones (más de una vez se equivoca el significado exacto de un término), y también negligencias (asonancias fácilmente evitables), y, sobre todo, resulta llamativo que Eva, siendo escritora, se exprese en una prosa tan funcional, sin un solo brillo expresivo, y que avanza como con andaderas (necesita hasta el abuso de la conjunción "que").

Es una pena que por las prisas, o por las ganas de vender, o por lo que sea, Lucía Etxebarria venga a dar en un relato tan cansino y anticuado, y se entregue a esta literatura desangelada que rebaja las exigencias artísticas a unos niveles ínfimos.