El mundo conocido
Edward P. Jones
22 diciembre, 2004 01:00Edward P. Jones. Foto: Tropismos
Apuesta arriesgada del jurado del Pulitzer en esta última edición, galardonando a un autor que, con anterioridad al título premiado, cuenta tan sólo con una colección de relatos, Lost in the city, publicada hace más de dos décadas.Y arriesgada también por premiar una novela con un argumento, el de la esclavitud, tratado "a priori" desde mil perspectivas distintas. Pero tal vez las posibles aproximaciones al tema fueran mil y una y esa "una" es la recreada por Jones: la esclavitud de los negros por los negros.
En el denominado período "an-te-bellum" sureño se producía -de forma excepcional- una perversión histórica de primer orden. Algunos esclavos negros que habían comprado su libertad se convirtieron en "amos" de otros esclavos. ésta es la situación que recrea Jones. El protagonista es Henry Townsend, antiguo esclavo, que, como antes consiguiera su padre, ha obtenido la liber-
tad. Su intención es ser un "amo ejemplar"; pero la esclavitud tiene sus propias reglas y los consejos de su antiguo amo Robbins lo "reconducirán" por el camino correcto. éste sería el hilo conductor; sin embargo, la multitud de personajes que pueblan las páginas con sus historias relegan a un segundo plano su importancia estructural. Así, conocemos la historia del amo Robbins, enamorado de una esclava negra, o la de Moses, el primer esclavo de Henry.
Los logros de la novela son numerosos. Merece la pena destacar la habilidad de Jones para ficcionar la historia... aunque tal vez se trate de lo contrario. Los tempranos temores de una excesiva influencia de Tony Morrison se disipan rápidamente; en ocasiones creemos escuchar ecos de Faulkner, pues ese "mundo conocido", el Condado de Manchester en Virginia, guarda interesantes paralelismos con el Yoknapatawpha faulkneriano. Prácticamente toda la acción transcurre en el mismo espacio geográfico; convencionalismo alterado al referirnos al componente temporal, sometido a una concienzuda manipulación que encuentra su coherencia en los últimos capítulos. Lo que Jones parece intentar demostrar es la aberración que supone la esclavitud. La ironía de encontrarnos con un negro amo, tras haber sido esclavo, se enriquece con las anécdotas que salpican la obra y la dotan de colorido. Una de éstas tiene que ver con el problema que se planteó en el mercado de esclavos cuando tras un otoño especialmente duro "muchos blancos se resfriaron"; así que estudiaron la posibilidad de construir un cobertizo, "Pero Dios fue generoso al otoño siguiente y todos los días fueron perfectos para comprar y vender esclavos, y ni un alma dijo nada acerca de construir un lugar permanente, tan excelente había sido el tejado que el propio Dios había proporcionado para el mercado." (pág. 20). Sarcasmo en estado puro.