Image: Disfraces terribles

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Novela

Disfraces terribles

Elia Barceló

20 enero, 2005 01:00

Elia Barceló. Foto: Lengua de Trapo

Lengua de Trapo. 443 pags, 22’90 e. El contrincante. Minotauro. 461 pags, 20 e.

Entre los abundantes prosistas nuestros de última hora aficionados a la novela muy argumental, ocupa un lugar destacado Elia Barceló (1957). En sus obras da rienda suelta a una imaginería poco común que mezcla aventuras y cultura.

Esta capacidad no la somete, además, a ninguna clase de corsé formal, y la pura fantasía, el relato caballeresco, la novela de intriga, la ciencia-ficción o la literatura de terror conviven en el conjunto de sus libros. Y, encima, no tiene reparos en emparejar varios géneros en una misma obra. Los dos nuevos títulos de Elia Barceló pertenecen a registros muy distintos y comparten idéntica devoción por una trama inventiva: Disfraces terribles se inscribe en la literatura culturalista y El contrincante en el género de terror. Disfraces terribles recrea la escondida personalidad de un escritor argentino (que recuerda a Cortázar en detalles menores) y su influencia en el estudioso que prepara su biografía. Un sector de la obra reconstruye la época del boom hispanoamericano en París. Otro se fija en cuestiones de la escritura y en dilemas de los autores. Uno tercero, y al fin el capital, se dedica al análisis psicológico del aludido escritor y de su entorno, sus mujeres y amigos. En resumidas cuentas, se trata de un drama muy intenso, que ahonda en la complejidad de las conductas y subraya un rasgo esencial de la naturaleza humana, al entender de la novela: existe un fondo insondable en cualquier persona, nadie se revela al exterior por completo, y toda vida contiene una parte desconocida incluso para sus allegados. Esta atractiva materia, reforzada por datos anecdóticos llamativos (el suicidio del escritor o la confesión de su homosexualidad), por fuertes golpes de efecto argumentales y por descubrimientos propios de la novela criminal, desemboca en una lectura amena e interesante.

Todo ello se presenta mediante una técnica sencilla pero cuidada. Destaca en ella un recurso eficaz, una mezcla de voces que produce un valioso perspectivismo al facilitar las distintas y complementarias noticias de los informantes respecto de los hechos. Este oportuno enfoque no es artificio gratuito, pues el debate de fondo acerca de la verdad y la mentira se potencia con la parcialidad de las informaciones. El contrincante se aparta radicalmente de este entorno verosímil y se entrega a los fenómenos paranormales. La novela cuenta una abigarrada historia de posesiones diabólicas, satanismo, lucha del bien y el mal, y poderes extraños; se llena de muertes y truculencias, y desemboca en los límites del fantaseamiento visionario y dantesco. La presencia de la psiquiatría moderniza el ambiente típico de la narrativa gótica de terror, de aparecidos, voces espectrales, personajes enajenados y figuras enigmáticas. En cuanto al misterio, se ofrece dentro de un doble engarce, un relato de amores apasionados, y una novela negra con su presunto asesino y su desconfiado comisario.

Esta variedad de materiales habla de la gran independencia creativa que inspira a Elia Barceló. En esta ocasión, sin embargo, no le saca resultados muy positivos, o, al menos, quedan a mucha distancia del logro de la otra novela comentada. Ante todo porque el efecto de suspensión del ánimo que ha provocar el terror literario aquí no se consigue. Se dice que las escenas son espantosas y las situaciones acongojantes, pero eso no se materializa en la novela. Por otro lado, los peculiares criterios de verosimilitud de la fantasía fracasan y lo que sucede a duras penas resulta convincente. La enorme distancia que separa la idea-ción de ambas novelas revela la rara versatilidad de Elia Barceló y casi haría sospechar una esquizofrenia narrativa si esta afición a mezclar códigos narrativos no fuera una prestigiosa tendencia postmoderna. Todo ello resulta, además, del planteamiento básico de la autora, quien persigue un relato en el fondo de concepción tradicional, con un argumento bien marcado, poca complicación en la estructura, personajes singulares, y un desarrollo progresivo atento a un desenlace cerrado en el que se emplean recursos folletinescos: secretos, intriga, suspense, muertes, sorpresas, engaños... Estos rasgos dicen con claridad el propósito de alcanzar una narrativa popular abocada en primera instancia al entretenimiento. Esta meta la consigue sin duda Elia Barceló, pero no debiera contentarse con ello si desea redondear sus facultades naturales de narradora: tendría que atender más al fondo intencional y también, y sobre todo, vigilar y enriquecer una prosa rutinaria, y afeada por tópicos verbales.