Historia de una vida
Aharon Appelfeld
31 marzo, 2005 02:00Aharon Appelfeld. Foto: Archivo
Appelfeld (Czernowitz, Rumanía, 1932) sobrevivió a la deportación y al exterminio de su familia. Su experiencia como prisionero y fugitivo se fijó en su memoria.Su vocación de escritor surgió de la necesidad de recuperar la palabra. Hablar parecía innecesario cuando no existía otra prioridad que rehuir la muerte. Appelfeld perdió a sus padres, pero consiguió refugiarse. Al final de la guerra emigró a Israel. Sin escolarizar, con una preparación insuficiente y con escasas lecturas, aprendió hebreo. Aunque no era su lengua materna, escogió el idioma de su pueblo para realizar su obra. Su identidad de escritor es inseparable de su peripecia vital, de su condición de superviviente, pero su perspectiva del Holocausto no es redundante.
Appelfeld elude su estancia en el Lager y se demora en su infancia, recreando su asombro ante las cosas, el encuentro entre la sensibilidad y la complejidad del mundo. Su familia estaba totalmente asimilada y el comunismo había desplazado a la tradición judía. El traslado al gueto sólo fue el primer acto de un proceso que finalizó en el desarraigo y en la construcción de un nuevo país. La transición de Europa a Oriente Medio implicó una dolorosa etapa de deshumanización. La deportación borraba el pasado. Sólo parecía real la rutina del miedo y el hambre. El sufrimiento le enseño a amar la debilidad y a repudiar el moralismo. Appelfeld redescubrió su identidad por medio de la literatura. Con una prosa limpia, precisa, casi elemental, Historia de una vida reconstruye la existencia de un superviviente que evoca su tragedia evitando el sentimentalismo.
Vía férrea (1998) novela la búsqueda de un criminal nazi. El perseguidor es un superviviente que utiliza el tren para recorrer Europa. Su objetivo es un coronel de las ss que disfruta de una apacible vejez. Appelfeld incluye elementos autobiográficos como la militancia comunista de sus padres y el sentimiento de desarraigo de una comunidad excluida de su propia cultura. El judío desconoce la autosatisfacción, pues ha crecido acosado por el desprecio. El criminal nazi se revela como un hombre banal, insignificante. Su mediocridad contrasta con la monstruosidad de sus actos. Su muerte no alivia al narrador. Ha cumplido su misión, pero tarde y con torpeza. Tras disparar contra el antiguo comandante del Lager advierte el espantoso vacío que ocupará su futuro. El nihilismo nazi sobrevivió a su ocaso wagneriano. Escribir es un ejercicio de resistencia contra la herencia histórica. El presente confunde la memoria con la retórica. Appelfeld nos enseña que la verdad sólo comparece ante la palabra desnuda, esencial. Las dictaduras utilizan eufemismos, pues conocen el poder del lenguaje. El lenguaje del poder nunca coincide con el lenguaje de sus víctimas. La palabra no borra el sufrimiento, pero evidencia la impotencia de la muerte ante el espíritu del hombre.