Image: Intemperancia

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Novela

Intemperancia

Mario Lacruz

7 abril, 2005 02:00

Mario Lacruz. Foto: Seix Barral

Ediciones B. Barcelona, 2005. 318 páginas, 17’26 euros

Coinciden tanto Julio Llamazares como J.M. Lacruz Bassols en sendos textos que enmarcan el nuevo libro póstumo de Mario Lacruz (1929-2000), Intemperancia, en subrayar el misterioso comportamiento del autor: en vida sólo publicó tres novelas (El inocente, 1953; La tarde, 1955, y El ayudante del verdugo, 1971) y un libro de relatos, y tras su fallecimiento se ha descubierto un enorme legado de textos inéditos, encerrados en un armario de herramientas.

La buena acogida crítica, los elogios de los estudiosos y la considerable difusión de esas obras hacen poco comprensible el caso. No se trata, como se pensaba, de un abandono de la escritura sino de la renuncia a publicar, pudiendo hacerlo -y ahí está lo notable y raro-, pues bien poco le habría costado a quien fue destacado editor. Tendremos que esperar sus memorias también inéditas para esclarecer, quizás, el extraño secreto, y aun así no dejaremos de lamentar que no diera a conocer obras como ésta que sale ahora y que confirma la categoría de narrador original y vigoroso de este notable prosista catalán que se consideraba a sí mismo como un francotirador.

Lacruz escribió Intemperancia probablemente hacia 1950, un dato capital ya que explica su planteamiento, que es el del existencialismo vigente en aquella época y que se aborda con un rigor total, sin ninguna concesión anecdótica o estilística, en línea con sus dos primeros títulos. En realidad, Intemperancia deberá figurar desde hoy entre las más estrictas novelas españolas hechas bajo la imprecisa influencia existencialista, también entre las más puras, pues para nada ni siquiera se roza el miserabilismo tremendista o la escatología que marcaron buena parte de aquellas abundantes narraciones del absurdo de la vida que estuvieron de moda en el medio siglo.

Intemperancia es el conmovedor e intransigente relato de la trayectoria dramática, como marcada por un sino ineludible, de un joven campesino castellano acomodado, Pedro; una persona, según subraya el emblemático título, intemperante, que "encarna la intemperancia misma". A pesar de que el personaje asuma una pesada carga simbólica que reduce su personalidad a la mostración de ese principal y casi único rasgo, la historia novelesca tiene interés y autonomía intrínsecos y suficientes.

Pedro es acusado de un crimen que no ha cometido, asiste al juicio que lo condena a prisión con silenciosa indiferencia, permanece en la cárcel con fatalista resignación hasta que huye en compañía de otro preso y logra ponerse a salvo en un anónimo país vecino donde rehace una vida confortable; pero, siempre insatisfecho e íntimamente atormentado, él mismo delata a la policía su circunstancia de prófugo.

Pedro encarna a un inocente lastrado por una remota e inconcreta culpa que ha de saldar con un castigo. Este sentimiento marca su carácter torturado, sus raptos de violencia, su ansiosa búsqueda de identidad. La novela entera se atiene al escrupuloso trazado del personaje y de su conflicto. Absolutamente toda la materia -incluidos varios notables personajes complementarios y algunas buenas anécdotas- está dirigida hacia la penetración psicológica que muestre la autenticidad del problema. La acción avanza lineal. El estilo es seco, escueto, sin ornamentaciones, de implacable exactitud, aunque con calidad musical, rítmica y de sensibilidad lírica.

Esta aparente sencillez responde, en cambio, a un diseño global muy exigente. Sirve para que, proyectando toda la luz sobre el protagonista, tenga fibra real el problema especulativo subyacente, una visión desesperanzada de la condición humana en la estela de un Albert Camus. Tenemos un Pedro acechado no se sabe por qué fantasma originario, víctima de una paralizante tortura interior y de un desamparo radical, rodeado de dolor, enfermedad y muerte, preguntándose para qué ha nacido, siempre anhelante de encontrar una justificación vital, inerme ante el incomprensible destino... Para hallar una respuesta a sus tribulaciones, el personaje escruta su conciencia sin descanso y el autor saca de ese viaje interior un retrato vivaz, convincente y desasosegante del sinsentido de la existencia. Con tal amarga visión de la vida hizo Mario Lacruz una novela extraordinaria por todos los conceptos, esta obra redonda cuyos méritos y valor todavía destacan más si se coloca en el contexto de la narrativa española de las fechas de su escritura.