Helga de Alvear: "Lo triste es que mi colección no esté en el Reina Sofía"
Helga de Alvear. Foto: Mercedes Rodríguez
Helga de Alvear (Kirn Nahe, Alemania, 1936) es una de las galeristas con más prestigio en nuestro país. La “sucesora de Juana Mordó”, como a ella le gusta que le consideren, se ha ganado el respeto de sus colegas, de la crítica, de los comisarios, de los artistas. Ahora, con esta muestra del MEIAC, demuestra que es también compradora de excepción, con más de 2.000 obras en su haber que en 2007 se verán casi en su totalidad en un nuevo centro que abrirá sus puertas en Cáceres. Es una de las “grandes damas” del arte que habla con la libertad del extranjero pero con la convicción, el cariño y el conocimiento de nuestro país de un español por los cuatro costados.
Entra en la galería y es como un torbellino, un café con galletitas (muy europea), unos papeles, las llamadas pendientes, no me paséis a nadie que estoy en una entrevista. En el despacho, tres fotografías de Jurgen Klauke me vigilan (la protegen). A mi espalda un Mitsuo Miura y un Imi Knoebel y a un lado un pequeño y exquisito Prudencio Irazábal. La mesa, en perfecta armonía con el resto de la sala de la calle Doctor Fourquet, en pleno centro madrileño, a dos pasos del Reina Sofía, donde Helga de Alvear tiene su galería y centro de operaciones. En dos minutos se ha organizado y todavía de pie empieza a explicarme su colección, entusiasta, casi sin darme tiempo a preguntar...
-¿Qué vamos a ver en el MEIAC?
-Se trata de una selección de algo más de cien piezas de arte internacional. La idea fue del director del MEIAC, Antonio Franco, que para celebrar el décimo aniversario del Museo de Badajoz me dijo “por qué no tiramos la casa por la ventana y hacemos una estupenda exposición de tu colección”. Y yo encantada. Las obras están para trabajar con ellas.
-¿No habrá nada español?
-No aquí. Seguramente el año que viene se hará en Madrid la exposición de los españoles. De repente todo el mundo se interesa...
Compitiendo con el Pompidou
-¿Ha intervenido en la elección de las piezas?
-No, ha sido Antonio Franco. él sabe mejor que nadie qué obra encaja mejor en el Museo. Yo no he querido hacer de comisario. Estuvo conmigo en Turku, Finlandia, donde se acaba de exponer una pequeña parte de la colección y a partir de ahí empezó a trabajar. Pero eso fue sólo la base, porque de lo que allí se ha mostrado sólo estarán en Badajoz tres piezas: una obra muy grande de Jeff Wall, otra de Vanessa Beecroff y un vídeo de Kim Sooja. El resto eran muy pequeñas y aquí no funcionan. Para esta muestra habrá, por ejemplo, una gran pantalla con el nuevo trabajo de Isaac Julien. Todo un acontecimiento teniendo en cuenta que hemos tenido que pelear con el Pompidou para mostrarla porque ellos montan la exposición de Julien en mayo y querían ser los primeros en enseñarla. Al final les hemos convencido y creo que es estupendo que el MEIAC compita con el Pompidou.
-Pero esta exposición es sólo una pequeña parte de lo que veremos en 2007 en Cáceres, ¿no le hubiera gustado que esto se hiciera en Madrid?
-Lo triste es que la colección no esté en el Reina Sofía... Se la ofrecí en su día a Miguel ángel Cortés cuando era responsable de Cultura, estuve también dos años tratando en San Sebastián con el alcalde, Odón Elorza, y al final nadie se decidió, creo que por falta de conocimiento. Por fin el presidente de Extremadura, Rodríguez Ibarra, se enteró y, bueno, van a hacer un centro maravilloso. La primera parte se inaugurará en 2007 y la segunda en 2009.
-¿Alguna idea de cómo quiere que sea el futuro Centro?
-Mi ideal es el Kunstmuseum Wolfsburg (ahora en la Fundación Juan March hay una exposición de su colección). Wolfsburg es un pueblo pequeñísimo al lado de Volkswagen y fue la fábrica de coches la que empezó a promocionarlo. Con eso se demuestra que son las personas las que sacan adelante un proyecto sea donde sea.
Helga de Alvear empezó a comprar en los años 60. “Mi primera obra fue un Zobel”, dice riéndose. Siguió comprando mientras trabajaba con Juana Mordó, también cuando pasó a dirigir la galería de aquélla y, por supuesto, cuando en 1995 fundó la suya propia. Pero ¿hay algo que le gustaría tener y no ha podido?
-Siempre hay algo. Estuve muchos años buscando algo de Marlene Dumas y de repente, ahora en la feria de Londres, Frize, me encontré una pared entera con 17 dibujos del 92 que estuvieron en la Documenta de aquel año. Me pidieron 500.000 dólares pero eso es un precio para un museo, yo no puedo pagarlo. Entonces me dijeron, di un precio porque lo que no quieren es vendérselo a Saatchi. Me quedé temblando y ofrecí 350. Es la obra más cara que he comprado... Algo que no he podido conseguir todavía ha sido un Barnett Newman, el artista más grande de finales del siglo pasado, una mente privilegiada.
-¿Sigue un hilo argumental a la hora de comprar?
-Me dejo guiar por mi instinto, pero si miras la colección te das cuenta de que soy una persona que compra sobre todo el concepto, si no hay una idea la obra no vale, la decoración no me interesa. También predomina lo minimalista, huyo de lo barroco. Hay quien me dice que cómo no tengo un Marcaccio, pero es que no me gusta, pintará muy bien pero no me interesa.
-¿Y dónde suele comprar?
-Ferias, galerías... A mis colegas les he comprado mucho y estoy encantada de que haya buenas galerías aquí porque si no no salimos adelante. El viernes estuve de galerías y en Pepe Cobo, que tienen ahora una exposición preciosa de Gonzalo Puch, compré dos fotografías. He comprado también en la última exposición de Palazuelo en Soledad Lorenzo y en ARCO, un Luis Gordillo de principios de los 80 que tenía Elvira González.
Sobre los límites de ARCO
-Hablando de ARCO, es miembro del temido comité de selección ¿cómo se ven las cosas desde dentro?
-ARCO es una feria demasiado grande y todavía poco seleccionada, aquí hay todavía mucho de “es que fulanito es muy amigo mío” y eso en Basilea lo han eliminado totalmente, han hecho un comité muy reducido, de cinco personas, y luego el mismo director de la Feria se pasea por todos los eventos internacionales. En cambio aquí cualquiera abre una galería y cuando te quieres dar cuenta ya está en ARCO.
-¿Y qué se puede hacer?
-Por lo pronto poner un límite de edad de la galería, antes tenías que ser profesional durante dos años antes de entrar, pero luego también se eliminó eso. Por otro lado, ¿cómo es posible que los directores de museo hayan tenido que estar durante años en el comité de selección de una feria de galerías? Estaban para vigilar. Además, ARCO gasta mucho dinero en los foros internacionales cuando luego muchos de los invitados ni siquiera pasan por la feria, se van a conocer Sevilla, Granada, Barcelona, dan su conferencia y se marchan. Y el país invitado... Este año lo que había de México era una bazofia, exceptuando las dos o tres galerías que de todas maneras iban a venir, lo demás no tenía un pase. Por no hablar de la calidad del visitante: se citan en ARCO porque está de moda, se pasean, se toman una copa, ¿eso es normal en una feria seria?
-¿Y qué le falta a ARCO?
-Solamente calidad. Las galerías buenas han venido todas. En el 82 ya Juana de Aizpuru trajo a galerías importantes de Tokio, EE.UU... Pero vienen dos años y cuando ven que no se vende no vuelven. No nos engañemos, son los españoles los que venden en ARCO.
El problema del IVA
-En cuanto al coleccionismo español privado, ¿hay poco o es que todavía no lo conocemos?
-No lo conocemos porque la gente sigue teniendo miedo de enseñar. Es un problema fundamentalmente fiscal, se sigue comprando mucho en negro y eso es muy triste. Los alemanes o los americanos están orgullosos de tener una colección, aquí pocas veces se da el nombre del coleccionista y cuesta prestar. Los problemas: el Estado no deja salir ciertas obras, tenemos un IVA absurdo del 16 por ciento cuando en Alemania es un 7. Al final eso lo tendrán que solucionar en Bruselas y ponernos todos los países de acuerdo.
-El último informe de ARCO decía que España vive uno de los mejores momentos de mercado y creación artística. ¿Qué opina?
-En España siempre ha habido muy buenos artistas pero han tenido que irse fuera para encontrar el reconocimiento, como Juan Muñoz o Santiago Sierra. Pero en los últimos años el arte español ha mejorado mucho y los artistas por fin usan los nuevos medios con naturalidad.
-Aunque nos sigue faltando presencia en el extranjero...
-Uno de los problemas es que los artistas españoles son demasiado caros. Un artista español con obra que vale 20.000 euros lo comparas con sus colegas internacionales y no lo vendes. Pep Agut es buenísimo y muy difícil de promocionar y Jason Rhoades (que comparte ahora la galería Helga de Alvear con Agut) vale la mitad y está en todas las grandes exposiciones internacionales.
-¿Qué papel debe jugar el Estado en la promoción del arte?
-No haciendo lo que han hecho hasta ahora. Así no se promociona el arte, con esos nombres seleccionados por la Seacex y en salas de quinta. De todos modos yo no creo en nada de lo que hace el Estado. Los artistas tienen que luchar solos, eso sí, con todas las facilidades. El que está en la Bienal de Venecia ya tiene un pasaporte al exterior. Susana Solano, por ejemplo, estaba en la Documenta, pues ¡si ya la han elegido en una cita como Kassel cómo es que luego no se hace nada aquí! En el Reina montan la exposición de Juan Muñoz en el Palacio de Velázquez y ¿cómo no se quedan con la obra? Siguen comprando Tàpies... Pero qué queremos si el patronato está formado por banqueros y el director apenas tiene poder.
-Hablando del Reina Sofía, para muchos el museo atraviesa uno de sus peores momentos...
-El Reina es una losa, es una dirección general que depende del Ministerio, deberían hacer un comité de sabios para ver cómo se puede resolver esto. La directora no da imagen, no se relaciona. Aquí tiene que venir una persona de talla que tenga algo de poder y que no mande sólo el patronato. Cuando empezó el museo todo el mundo hablaba del Reina. ¿Quién lo hace hoy?