Vieja escuela
Tobias Wolff
2 junio, 2005 02:00Tobias Wolff. Foto: Jaime Villanueva
Vida de este chico, de Tobias Wolff, es una de las más reputadas autobiografías en la literatura norteamericana. Su intensidad y calidad literaria fueron comparadas a Llámalo un sueño de Henry Roth. Tiempo después, en El ejército del faraón, reencontrarnos al protagonista en la guerra de Vietnam.Pero, ¿qué ocurrió entre el final de la primera, cuando el protagonista ingresaba en el instituto, y su lucha en los campos vietnamitas de la segunda? La respuesta la encontramos en esta Vieja escuela, escrita no como una autobiografía, sino como una novela. Se trata de un genuino Bildungsroman que interesa de lleno aspectos directamente relacionados con la metaficción. Los académicos encontrarán un verdadero filón interpretativo en esta obra. Vieja escuela se divide en 10 capítulos, cada uno de ellos con una cierta autonomía argumental, y, aunque no de forma explícita, dos partes claramente definidas: los años de universidad y su vida tras la deshonrosa expulsión que sufre. No conocemos el nombre del protagonista-narrador, pero desde los primeros compases, fechados en 1960, queda clara su vocación de escritor y la fortuna de haber recibido una beca para estudiar en una elitista universidad donde las habilidades artísticas, literarias, son incluso más reconocidas que las depor- tivas. Renombrados escritores-Frost, Rand, Hemingway- son invitados a sus aulas; uno de los alumnos tendrá el privilegio de entrevistarse personalmente con la celebridad, para ello se requiere que su obra, escrita ex profeso para la ocasión, sea seleccionada por el escritor en cuestión.
El protagonista no logra su objetivo con los dos primeros, pero sí con su idolatrado Hemingway -que finalmente no visitará la universidad-, aunque el medio utilizado será causa de su inminente y vergonzosa expulsión. En la segunda parte el protagonista se ha convertido en un escritor reconocido e incluso recibe una invitación para visitar su antigua universidad. Es en esta parte cuando las piezas del rompecabezas encajan armónicamente. Su pasión por Hemingway, "Todos le debíamos algo..." (p. 30) resulta obvia tanto en la forma, con frases puramente hemingwayanas, como en la filosofía. Los pasajes dedicados a Hemingway son soberbios, pero el verdadero tesoro de esta novela se encuentra en la aguda disección del complejo proceso de creación literaria aunque "No se puede hacer ningún relato verídico de cómo o por qué uno se convirtió en escritor, ni existe ningún momento de que se pueda decir: Es entonces cuando me convertí en escritor." (p. 213) En Vieja escuela, Wolff se mueve con soltura y seguridad en la delicada frontera entre realidad y ficción. Tan sólo en contadas ocasiones encontramos una simbiosis tan clara entre fondo y forma.
La propia disposición y concepción de la novela, en la que resulta complicado separar los aspectos autobiográficos de aquellos exclusivamente ficcionales, potencia tal afirmación; a fin de cuentas la verdadera sustancia de la obra interesa de forma inequívoca a la complejidad inherente a la creación literaria. La realidad, como la del decano Makepeace de quien se decía había conocido a Hemingway y fue el referente de Jake en Fiesta, se convierte en leyenda, es pura ficción. De igual forma la ficción en la que nos vemos inequívocamente reflejados, como le ocurre al narrador, puede resultar tan fidedigna como los acontecimientos cotidianos. "La verdad es lo que más miente y yo adoro la verdad" que se menciona en la cita introductoria de Mark Strand ("Elegía por mi padre") se convierte de esta forma en la auténtica piedra angular del relato.