Image: Insensatez

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Novela

Insensatez

Horacio Castellanos Moya

8 septiembre, 2005 02:00

Horacio Castellanos Moya

Tusquets. Barcelona, 2005. 159 páginas, 13 euros

Nómada como sus personajes, Castellanos Moya (1957 Honduras) fue niño en Tegucigalpa, poeta en ciernes y periodista en El Salvador, Guatemala y México. A Castellanos Moya la guerra en El Salvador le dolió su primera novela, La diáspora, una obra "crítica con la izquierda" en sus propias palabras, con la que ganó el Premio Nacional de Novela de la Universidad de Centroamérica y, de paso, algún que otro detractor. En 1980 se encontraba en El Salvador cuando fue asesinado monseñor Romero.

Aparecida por vez primera en México el pasado año, publicada por la misma editorial en su sello mexicano, esta novela -y espero que otras más, anteriores, sean editadas aquí- bien merecía ser conocida por los lectores españoles.

De Castellanos Moya conocíamos la admiración que despertó en Roberto Bolaño, quien confesó haberlo descubierto gracias a Rey Rosa. Desde luego, no es fácil ser narrador en Centroamérica, donde abunda la poesía y no existen editores de narrativa profesionales. Castellanos Moya ha publicado ya seis novelas: Donde no estén ustedes, El arma en el hombre, La diabla en el espejo, El asco. Thomas Bernhard en San Salvador, Baile con serpientes y La diáspora; plaquettes de poesía, cinco libros de relatos y uno de ensayos. Bolaño escribió sobre él: "No hay nada mágico en sus libros, salvo la voluntad de estilo. Es un superviviente, pero no escribe un superviviente".

Insensatez es una novela excelente que nos permite descubrir otra nueva voz de la generación que centraliza ahora la atención literaria en Hispanoamérica. Castellanos Moya demuestra la alta calidad de la narrativa en lengua castellana, conse-cuencia de sus dotes y de sus experiencias personales e históricas. Tal vez la cita inicial de Sófocles ofrezca una clave del título, pero éste responde a la situación del protagonista. Narrada en primera persona, describe los avatares y consideraciones en planos paralelos: la acción en la que vive el autor, cuyo amigo Erik le ha encargado la revisión de los 1.100 folios de un informe donde se denuncian las atrocidades cometidas por el ejército contra la población indígena. Incapaz de distanciarse de lo que lee, el corrector anota en una libreta las frases más sorprendentes de los relatores populares que lograron sobrevivir: "Yo tampoco estoy completo de la mente, me dije entonces, en ese mi primer día de trabajo...". La primera frase procede del relato de un indígena cachiquel, que vio cómo asesinaban ante sus ojos a sus cuatro hijos y a su esposa a machetazos. Esta novela de denuncia está concebida desde varios filtros: el del protagonista, que no es salvadoreño; el del humor, porque el autor posee una extraordinaria capacidad de ironizar ante un relato de matices trágicos; y la invención de peripecias eróticas y políticas que jalonan el desarrollo de los doce capítulos. El esquema argumental se centra en las experiencias cotidianas de un trabajo rutinario en la forma, aunque acabará afectándole por los hechos que narra. El novelista va ofreciéndonos los datos de un entorno amenazante con irónica ingenuidad. De hecho, su actitud parece la de un inocente que se siente atraído por las voces de los supervivientes. Las escenas de violencia llegan a afectar a su imaginación (pág. 39) en el palacio arzobispal, donde trabaja.

La narración discurre entre anécdotas trágicas (plano del informe) y la existencia del protagonista, quien extrae de la realidad el argumento de una novela, porque "el realismo mágico no me es por completo ajeno", aunque aquí no aparezca otra magia que la desmesurada violencia de los esbirros del general Ríos Montt. Poco importa que el autor del informe sea Joseba, un simpatizante etarra, porque Castellanos Moya escribe, de paso, una irónica diatriba contra quienes utilizan el tiro en la nuca. Será, sin embargo, con Fátima con quien el protagonista llegue a descubrir que "el infierno es la mente y no la carne"(pág. 93).

He preferido detenerme en una trama compleja que permite, en un estilo sobrio, describir las líneas maestras de una novela de denuncia desde una óptica original, situando al narrador ante el núcleo de la novela: la dramática represión de la dictadura salvadoreña y el papel decisivo que jugó parte de la Iglesia Católica en la denuncia de tantas atrocidades. El novelista ha elegido novelar el testimonio de la barbarie; algo que Cortázar había ya practicado en Libro de Manuel respecto al Cono Sur. El sentido del humor incrementa el valor testimonial de un texto que consigue ser novela y literatura.