Novela

La libreta amarilla

Robert Saladrigas

3 noviembre, 2005 01:00

Robert Saladrigas. Foto: Andreu Dalmau

Destino. Barcelona, 2005. 316 páginas, 20 euros

El barcelonés Robert Saladrigas tiene un firme perfil de persona volcada en el campo de la cultura. Este interés prioritario lo ha desarrollado en su actividad como periodista y en sus escritos de crítica -habitualmente atentos a la literatura extranjera con una infrecuente solidez entre nosotros- y constituye también una marca definitoria de su narrativa.

Sus novelas se entroncan con la tradición reflexiva de las letras británicas y centroeuropeas. Saladrigas escribe relatos de pensamiento, no de acción. Estos rasgos marcan su última y también densa obra, La libreta amarilla. Quienes prefieran los cauces comunes del realismo hispano encontrarán en ella un cierto exceso reflexivo que lastra la aventura del protagonista, un tal Alexis Casas.

Alexis, piloto de esos gigantes transoceánicos, vencido por el tedio que marca el rutinario día a día, decide dar un nuevo rumbo a su vida. Este propósito coincide con la adquisición de un vistoso cuaderno, al que alude el título, donde irá anotando su experiencia interior. No es una libreta para hacer literatura. Sólo quiere plasmar observaciones, vivencias y confesiones; en suma, el bullir de una mente inquisitiva que busca encontrar un sentido a su existencia, para lo cual obtiene incluso una larga excedencia laboral.

La libreta amarilla cuenta en sus tres primeras partes este proceso por medio de un narrador externo, omnisciente aunque no impertinente, cercano al protagonista pero que logra una proximidad cordial con el lector, a quien quiere como cómplice de la aventura de Alexis. En un breve capítulo cuarto se consuma el extrañamiento ensimismado del piloto aislándose éste en una casa rural y dando rienda suelta aquí a un auténtico discurso moral. La meditación se hace en una segunda persona, en un tú autorreflexivo muy oportuno para una confesión que se acerca al inesquivable interrogatorio sobre el destino individual, presentado en la novela como una apuesta franca a favor de la autenticidad. Ser auténticos, creo, es el ideario planteado por Saladrigas.

Esta propuesta requiere el tipo de personaje que crea el autor. De entrada, Alexis pertenece a las gentes de acción. Pero luego se impone el hombre interior, meditativo, que sustituye la vida hacia fuera por otra aventura más valiosa, de tipo espiritual. A lo largo del libro pugnan las dos tensiones. Es revelador el peso que tiene el ajetreo sexual de Alexis, porque a la postre termina llevándole a una meditación sobre los impulsos que rigen la existencia. El motor fundamental del protagonista, sin embargo, es de orden cultural.

Se entiende que la lectura y el cine constituyan un soporte en la cotidianeidad de Alexis, aunque nada más sea para sobrellevar los tiempos muertos en tan largos viajes. Pero sus referencias no son libros de entretenimiento sino que la novela está plagada de menciones exactas de creadores artísticos. Haber rebajado algún grado su alto culturalismo habría liberado a La libreta amarilla de una excesiva pátina de artificio, pero incluso esto no resta rigor al empeño de Saladrigas. El autor quiere una amenidad de otro tipo, y por eso cultiva una escritura de exploración intelectual no complaciente con trampas vulgares para pasar el rato.