Kraken: atrapados en el abismo
Luis Miguel Ariza
5 enero, 2006 01:00Luis Miguel Ariza. Foto: Carlos Miralles
Por segunda vez, el biólogo y periodista científico L. M. Ariza pone sus conocimientos profesionales y altas dosis de inventiva al servicio de la fanta ficción. En la misma línea de La sombra del chamán, hace en Kraken una fábula de aventuras en cuyo fondo se asoma a los misterios de la vida y en la cual muestra milagrosos avances y quimeras probables de la tecnología puntera.
El kraken del título es un calamar gigantesco, inteligente, perverso y nunca visto. Tras este ser legendario anda obsesionado un famoso oceanólogo. El reto de localizar y enfrentarse a la bestia peligrosa -paralelismo no oculto con la popular peripecia del capitán Ahab y Moby Dick- se mezcla con otros varios materiales: una exploración científica de Marte, criminales intrigas en la Rusia postsoviética y los desalmados proyectos de un magnate del petróleo. Tampoco faltan unas notas sentimentales. La trama se mueve por medio planeta y tiene un punto central en la costa asturiana de Luarca.
Ariza conjuga, no sin destreza, peligros extremos e intriga con el propósito de contar una historia amena. Maneja sin reservas el recurso del suspense, crea situaciones que piden saber su desarrollo posterior y utiliza los trucos formales más llamativos del folletín. El contenido se adorna con exóticas noticias biológicas y tecnocientíficas, y agrega su dosis de ecologismo. Los personajes se perfilan dentro del restringido campo de buenos y malos. Algo se le va la mano al autor en la longitud de la acción, y ello produce momentos de fatiga. También se excede en la complejidad de una peripecia de rebuscamiento retorcido. Y se pasa al multiplicar los asuntos, algo que juzgaba contraproducente incluso un populista tan claro como Lope de Vega. Todo ello serían reproches graves para un lector ambicioso, pero no constituyen reparos notables para quienes buscan sin más el entretenimiento. Desde una perspectiva culturalista, Kraken merece un juicio poco positivo, además de por todo lo dicho, por su estilo. Ariza emplea un castellano funcional tan sencillo que roza la pobreza (y no falta el descuido de "andaron durante un rato"). Es una pena que no se esmere en escribir con un poco de creatividad porque ello no perturbaría su objetivo de alcanzar un bestseller.
El relato comercial al que pertenece esta novela nunca figurará entre la gran literatura, pero tampoco merece un desprecio absoluto, sobre todo si, como en el caso presente, no tiene una finalidad entontecedora. Bajo esa capa de peripecias fantasiosas, Ariza diluye un propósito de divulgación científica y hace proselitismo velado de algunos valores no despreciables: el triunfo de los principios nobles, el premio a la integridad o la urgencia de respetar la naturaleza. Así, la novela cumple el cometido de su género poco exigente y contentará al aficionado a esta clase de relatos de consumo.