Image: Un lugar llamado Nada

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Novela

Un lugar llamado Nada

Amy Tan

11 mayo, 2006 02:00

Amy Tan

Traducción de Claudia Conde. Planeta. 2006. 480 páginas, 22’50 euros

Con una nómina de tan sólo cuatro novelas -tres de ellas, El club de la buena estrella, Los cien sentidos secretos y La hija del curandero, traducidas al español- Amy Tan es considerada por críticos y académicos como la más genuina representante de la literatura asiático-americana.

La narrativa previa de Amy Tan (Oackland, California, 1952), que también cuenta con relatos y literatura infantil, se articulaba tradicionalmente en torno al conflicto generacional madre-hija, siendo el referente aquél de la minoría asiática en los Estados Unidos. Lo que ahora nos presenta en Un lugar llamado Nada es una singular variación de ese modelo, pues el conflicto con el que nos encontramos no es generacional sino cultural. La historia narra las vicisitudes de un grupo de acomodados californianos que se pierden en las selvas de Birmania durante un viaje cultural en unas fiestas de Navidad. La organizadora del viaje había sido Bibi Chen, experta en arte asiático, que muere en extrañas circunstancias poco antes de partir. Es ella, o mejor dicho, su espíritu, quien narra la historia. Sus doce "amigos" deciden, pese al dramático acontecimiento, continuar con los planes previos, seguros de que el "espíritu" de Bibi, como así ocurre, los acompañará durante el viaje. Ya en Asia, once de ellos inician una excursión de la que no regresarán. Llegan a un lugar llamado Nada donde la tribu de los Karen se ha refugiado huyendo de las atrocidades del dictatorial ejército birmano. Uno de los miembros del grupo es el adolescente Rupert, en quien los nativos, fundamentalmente por su habilidad en hacer trucos de cartas, verán al salvador, la reencarnación del "Hermano Menor Blanco", que han estado esperando durante más de cien años: de igual forma que hace desaparecer las cartas a su antojo también les hará a ellos invisibles.

Pero si de nombrar un protagonista se trata, en esta novela de vocación coral el personaje principal sería Harry Bailey, el miembro del grupo que no se pierde, popular presentador televisivo de un programa de animales. Es Harry quien dará a conocer al mundo la desaparición, el "secuestro", de sus compañeros en una trama donde los intereses de las cadenas televisivas, que encuentran en el acontecimiento un auténtico "culebrón", se entremezclan con manipulaciones de índole política.

En la introductoria "Nota para el lector" afirma la autora que "queremos creer que existe realmente el mundo al que accedemos a través del portal de la imaginación ajena y que el narrador está o ha estado entre nosotros." (pág. 9) Y ésa es la piedra angular del "sui generis" modelo narrativo. El espíritu de Bibi es el "médium" (nunca mejor dicho) mediante el que conocemos no sólo a los personajes, sino todo tipo de reflexiones: "Resulta asombrosa la facilidad con que la gente entrega las riendas a quienes asumen el poder, ¿verdad?" (pág. 305).

Estructurada según el modelo de Los cuentos de Canterbury, como la propia Tan manifestó, la novela pretende ser una sátira de la ingenuidad americana. Algunas escenas, como aquella en que Harry orina en un sagrado emplazamiento dedicado a los genitales femeninos, o su intento de seducir a la neurótica Marlena, resultan tan agudos como imaginativos; pero no siempre ocurre así. Algunos pasajes de la novela resultan excesivamente tediosos o intrascendentes, como el olor de las distintas razas o el protagonismo concedido a un perrito que me hizo recordar la visita de Tan a España hace unos años cuando no se despegaba de su pequeña mascota.

Comenzaba la reseña mencionando la importancia literaria de Amy Tan; ello resulta innegable, aunque tal vez este título no sea el mejor referente. Como quiera que sea, siempre resulta agradable leer a una autora que domina el pulso narrativo en sus argumentos.