Novela

Las travesías de Luis Gontàn

Ramón Chao

20 julio, 2006 02:00

Ramón Chao

Tabla Rasa.Madrid, 2006. 244 páginas, 16 euros

He aquí una nueva novela sobre la guerra civil que parece sumarse a la moda imperante. Pero, salvo en el marco de la historia narrada, Las travesías de Luis Gontàn poco tiene que ver con los títulos aparecidos en los últimos meses. En primer lugar, porque el autor está, por su edad, más cerca de los sucesos evocados, y ha podido allegar testimonios de primera mano, e incluso padecer muchas de las consecuencias de la tragedia. En segundo, porque no convierte la historia en un relato de buenos y malos y sólo contempla una galería de seres sacudidos por un vendaval del que cada uno procura librarse a su manera. Si hay que pensar en un modelo narrativo para este relato podríamos mencionar algunas modalidades de la novela picaresca, con más ecos del Estebanillo González, e incluso de Gil Blas de Santillana, que de Lázaro de Tormes. Las peripecias narradas por Luis Gontàn para escapar de sus perseguidores al comienzo de la guerra, sus incesantes cambios de rumbo y de identidad -de bandolero a fraile mendicante-, los desplazamientos de lugar, las triquiñuelas para sobrevivir, pertenecen a la estirpe picaresca. Los escenarios cambian vertiginosamente: las tierras gallegas, el norte de Portugal, diversos lugares en el frente, los campos de refugiados del sur de Francia. El relato, a menudo desflecado y con cambios de tono, da la impresión a veces de ser simple transcripción de una narración oral, con sus cambios del pasado narrativo al presente coloquial que incluyen también erosiones gramaticales diversas: "Nadie hubiera podido suponer en Francia [...] que su gobierno se plegaría a las exigencias [...] e incumpliese sus deberes" (p. 69). Escenas como la conversación entre el general Hidalgo de Cisneros y los mandatarios soviéticos -entre ellos, Stalin y Molotov- tienen un punto de gracejo que hace pensar en sátiras como Ninotchka, mientras que la travesía final del Atlántico a bordo del barco Winnipeg en el que centenares de refugiados se dirigen al exilio se convierte, gracias a su sobriedad narrativa, en una amarga metáfora de la España rota y desunida.

Hay, pues, una gran variedad de registros en esta novela que tiene por momentos ribetes de crónica mientras que en otros se aproxima a la caricatura en medio del horror de los bombardeos y las muertes. Las travesías de Luis Gontàn no es una gran novela: muchos personajes quedan sólo abocetados, falta unidad en su desarrollo, y algunos pasajes excelentes, como el de la monja o varios del barco, no bastan para fortalecer el conjunto; pero se lee con placer, sobre todo porque proporciona una perspectiva narrativa insólita en este tipo de literatura: la de alguien que no se siente amargado, que ha procurado obtener de la vida todos los beneficios posibles y que contempla las cosas a distancia, con serenidad, de manera muy distinta de la que suele atribuirse a la literatura del exilio: "Hay ciertos viajes de los cuales sólo al concluir se comienza a descubrir sus beneficios. Desde esta mirada en lo alto, observo que el exilio fue esencial para mí. Ya no concibo mi vida sin él. Es como mi patria o como la dimensión de un territorio escondido que una vez revelado es irrenunciable" (p. 244).