Novela

En el nombre del cerdo

Pablo Tusset

7 septiembre, 2006 02:00

Tusset presenta una novela dura y amena, menos fresca que Lo peor que puede pasarle a un cruasán

Destino. barcelona, 2006. 384 páginas, 19’50 eurosLeer extracto

Se dio a conocer Pablo Tusset como narrador interesante y dotado con uno de los éxitos comerciales recientes, Lo mejor que le puede pasar a un cruasán (2001), atinada mezcla de humorismo sarcástico y de un fondo de pensamiento de fuerte escepticismo. En la misma órbita sigue su nueva novela, En el nombre del cerdo, aunque sólo en parte. Hay en ambas puntos comunes: una trama detectivesca, una captación de la vida actual desde un costumbrismo crítico, y un trasfondo de ironía expositiva, visible en algunas situaciones y en los recursos verbales. En todo ello se reconoce al escritor novel de ayer, pero en otros aspectos se distancia tanto de aquél que casi parece un autor distinto. La diferencia entre los dos títulos consiste en una mayor ambición del último volcada en conseguir un relato más denso y complejo que el primero. Y si ese propósito hay que aplaudirlo, aunque nada más sea por rehuir la fórmula que asegurara el éxito, también merece algunas reservas: En el nombre del cerdo ha perdido parte de la frescura de ayer, y el componente especulativo, ahora acentuado y más visible, resulta algo excesivo.

En el nombre del cerdo es una novela muy argumental que cuenta una trama delictiva original y algo enrevesada. El punto de partida está en el asesinato de una mujer, despiezada en un matadero como un animal y en cuya boca aparece el enigmático letrero que da título al libro. En torno a este espeluznante crimen se mueven varios núcleos de personajes. Por una parte, un veterano comisario, que encarna la vertiente positiva de la vida. Por otra, un joven inspector, ahijado del anterior, con graves conflictos psicológicos. Y, entre otros personajes más, los habitantes del aislado pueblo catalán donde se produjo el horripilante crimen. Estas acciones se corresponden con una división de la novela en tres sectores, siguiendo el esquema anecdótico del cuadro de El Bosco, El jardín de las delicias, de hecho, el verdadero título de la obra tras una introducción expositiva. Estos sectores (el Paraíso, el mundo y el infierno) se alternan en el hilo argumental, y al fin se enlazan en una resolución unitaria y sorprendente, con algún elemento no del todo esclarecido a propósito.

Esta trama de intriga asume diversidad de modos narrativos. Aparte del más obvio, y manejado con gran libertad, el policial, éste casi un pretexto, tenemos la exploración de conciencias al modo psicologista tradicional, también el relato del primitivismo rural y la novela intelectual de preocupación antropológica. Difícil es tanto conjugar estos modelos como conjugar un realismo documental con elementos visionarios, pero Tusset lo hace con manifiesta habilidad para que la historia resulte congruente en su conjunto. Ello se debe a que las acciones están dirigidas por una idea central, una exploración del componente psicopático de la naturaleza humana, que llega a plantearse casi como una hipótesis de alcance general. En torno a ello se presentan algunos motivos concretos: la culpa, las víctimas y los verdugos, la verdad y las apariencias, o el desdoblamiento de personalidad.
El policía joven encarna la psicopatía y la maldad, y el veterano el equilibrio y la bondad. Sobre las dos trayectorias planea el logro de la felicidad y la plenitud amorosa y sentimental. Contrapuestas una y otra, parecen buscar un equilibrio en la balanza de la vida, pero un quiebro abrupto en la historia del comisario lleva la novela entera al terreno del pesimismo. Ese quiebro, que recuerda en el procedimiento y en el fondo el modo como Baroja destruye una historia positiva con un plumazo de fatalismo, desemboca en una visión ácida de la vida de una completa radicalidad. Para colmo, Tusset no cae en exclusivismos patéticos y aplica dosis de ironía, con lo cual la interpretación de la realidad resulta de un nihilismo total. Este amargo mensaje llega al lector por medio de una historia dura pero amena, en la que destacan personajes notables y situaciones muy bien logradas.