Novela

El amante turco

de Esmeralda Santiago

7 diciembre, 2006 01:00

Traducción de Nina Torres-Vida. Alfaguara. Madrid, 2006. 319 páginas, 17’50 euros

De manera constante, los autores de distintos grupos étnicos en los Estados Unidos han utilizado el género autobiográfico en sus primeras obras literarias. Tal premisa es aplicable a cualquiera de las "hyphonated literatures": el nativo Scott Momaday, la asiatica Maxine Hong Kingston, el afro Ralph Ellison, o la chicana Sandra Cisneros son palpables ejemplos. En el ámbito de la literatura hispana encontramos otras dos autoras para quienes la autobiografía se ha convertido en la constante referencial de su literatura: la dominicana Julia álvarez y la portorriqueña Esmeralda Santiago, de quien se acaba de publicar en nuestro país El amante turco, tercera novela autobiográfica precedida por Cuando era puertorriqueña (1993) y Casi una mujer (1998). En la primera escribía sobre su infancia en Puerto Rico y en la segunda sobre su adolescencia en Nueva York.

De las tres entregas, esta es la que más se ajusta a la denominación de "Bildungsroman", pues será durante estos años cuando Esmeralda logre alcanzar la madurez. La novela recrea tanto su evolución personal como la relación que mantuvo con Ulvi, su amante turco, bastantes años mayor que ella, que fue el detonante de que abandonase a su familia. Sin embargo, lo que le esperaba no era mucho mejor que lo que dejaba atrás. Ulvi llegó a controlar su vida hasta no poder "respirar sin consultar contigo" (pág. 185). Esmeralda, que anhelaba convertirse en actriz, renunció a todo para dedicarse a Ulvi. Más tarde, sin embargo, visitará Harvard para descubrir que es a ese mundo al que pertenecía, y el propio Ulvi entendió que "lo que yo tenía que aprender fuera diferente de lo que él quería enseñar" (pág. 387).

Resulta llamativa la sutil alteración narrativa entre primera y tercera persona, casi imperceptible. Pero lo más interesante es, sin duda, el contenido. Pese a lo narrado, la protagonista no efectúa ningún reproche explícito a su amante Ulvi. Si su pasión se convirtió en prisión, tal como refiere la contraportada, toda la responsabilidad recae sobre ella.

Otro de los valores de El amante turco es la universalidad de lo narrado. El tipo de relación amorosa de Esmeralda poco tiene que ver con su origen puertorriqueño, y bien pudiera ser extrapolable a cualquier otra joven que se siente terriblemente fascinada y enamorada de un hombre experimentado, su salvador de la estricta disciplina maternal, y le abre las puertas a una nueva vida.