Novela

Los últimos testigos

Cynthia Ozick

11 enero, 2007 01:00

Cynthia Ozick, en una lectura en Nueva York

Traduc. Isabel Núñez. Lumen, 2006. 457 páginas, 21’50 euros

Escribe el editor Andreu Jaime en el dossier de prensa de Los últimos testigos que al publicar esta novela la editorial pretende "saldar la deuda que los lectores españoles hemos contraído con esta autora". Sin entrar en disquisiciones sobre "quién" mantiene la deuda, lo cierto es que la calidad literaria de Cynthia Ozick, salvo honrosas excepciones, no ha sido en absoluto reconocida en nuestro país. Su relato "El Chal" es una de las piezas cumbres de narrativa breve en literatura norteamericana del siglo pasado, y su heroína, Rosa Lublin, cautiva al lector con idéntica intensidad a la de Holden Caulfield en El guardián en el centeno.

El horror nazi constituye el motor en la narrativa de Ozick. Así ocurría en la referida "El Chal", en El mesías de Estocolmo y también en esta reciente Los últimos testigos, si bien ahora encontramos una sutil variación: la guerra no ha concluido sino que está a punto de iniciarse. La familia Mitwisser ha huido de Alemania dejando atrás una vida acomodada para encontrar miseria y privaciones. Quien narra la mayor parte de la historia es Rose Meadows, una joven que trabaja al servicio de los Mitwisser, como asistenta, como secretaria del Sr. Mitwisser, e incluso como niñera…. La orquestación se completa con el acaudalado James d’Abair, que se convierte en benefactor de la familia en una suerte de ejercicio catártico mediante el que liberarse de la "culpa" de ser el hijo, y por tanto heredero, de una afamado escritor de libros para niños, siendo el propio James el alter ego del reputado personaje literario.

Resulta imposible dilucidar quién es el verdadero protagonista de la obra. Como siempre ocurre con Ozick, la aparente sencillez de lo narrado encierra una complejidad conceptual e intelectual difícilmente equiparable a la de cualquier otro autor contemporáneo. La referida complejidad psicológica de James d’Abair es similar a la de la propia Rose, huérfana de madre y abandonada por su ludópata padre, para quien el trabajo, no siempre pagado, que le ofrecen los Mitwisser, le sirve como vía de escape. Y de igual forma todos y cada uno de los personajes, desde la Sra. Mitwisser que vive encerrada en su habitación y se niega a llevar calzado por temor a desgastar su último par de zapatos, hasta su adolescente y enigmática hija Anneliese, quien realmente gobierna la casa y la única que "se había preocupado de reconocer mi condición de algo más que una intrusa".

El complejo diseño de los personajes mantiene una significativa conexión con el modelo de Henry James, autor sobre quien Ozick escribió su tesis. Pero no solo eso, también la estructuración mantiene interesantes paralelismos con el autor de The Wings of the Dove. Como James, también Ozick nos enfrenta a la dicotomía cultural entre Europa y Estados Unidos. De igual forma que su maestro situaba a los inocentes americanos en el corazón de una Europa interesada y materialista, Ozick enfrenta a sus aristócratas y racionales europeos a un modelo social más pragmático. La explosiva combinación no dejará apáticos a los lectores de esta imprescindible autora.