Novela

Parecidos razonables

Christina Rossetti

18 enero, 2007 01:00

Traducción de Pilar Adón. Funambulista. Madrid, 2006. 95 páginas, 18 euros

Hermana de Dante Gabriel Rossetti, Christina (1830-1894) permaneció la mayor parte de su vida en el círculo familiar, con amistades privilegiadas y noviazgos malogrados por una sensibilidad más propicia a la pasión religiosa que al erotismo mundano. Poetisa exquisita, advirtió el caudal de asombro que puede producir la vida doméstica. Los tres cuentos que aparecen en esta exquisita edición tal vez se cobijan bajo el título Parecidos razonables porque la metáfora se basa en la analogía entre dos extremos aparentemente opuestos.
Concebido como un tríptico, el libro encadena tres historias, cada una con el nombre de una niña: Flora, Edith y Maggie. El cumpleaños de Flora comienza con una ceremonia tradicional, pero de inmediato se muestra la crueldad de los niños, enfrentados por el espíritu de la ancestral manzana de la Discordia. Rossetti funde la estética prerrafaelista con la mitología griega, imprimiendo al relato una vigencia atemporal, pero esa pirueta formal es menos importante que su conocimiento de la psicología infantil, más influida por la perversidad que por la inocencia.
Lo absurdo marca las peripecias de unos personajes que entienden la vida como un juego macabro, una danza en la que intervienen el sueño, la muerte y la repetición. La narradora es una tía malhumorada que improvisa ante unas niñas hambrientas de ficción. Sus relatos expresan una concepción de la realidad despreocupada, irónica e ilógica. Los dos primeros cuentos transcurren en verano; el último en invierno, cuando la aspereza del frío evidencia la vulnerabilidad. Maggie, acogida por su abuela tras perder a sus padres, no consigue devolver las golosinas olvidadas por otra niña, pero durante el camino recoge a un gato, un perro y una paloma, los tres asustados y con necesidad de afecto. Al igual que Ulises, sólo encuentra la paz al regresar a casa. La sensibilidad poética, la imaginación y el talento para narrar convierten este tríptico en un prodigio. Hay algo de plegaria en estas páginas: la fragilidad del ser humano frente la naturaleza, la concupiscencia entre la vida y la muerte. Las últimas palabras elogian el sueño. Los niños deben acostarse temprano, pero la conciencia nunca descansa; sólo cambia de estado para mostrar su revés, esa deslumbrante penumbra donde lo posible se confunde con lo ridículo y lo imposible revela su parentesco con lo divino.