Novela

El señor Kreck

Juan Octavio Prenz

8 marzo, 2007 01:00

Losada. Madrid, 2007. 309 páginas, 16 euros

El señor Kreck, protagonista de esta nueva obra de J. O. Prenz, es, en un guiño a Kafka, un agente de seguros de origen centro-europeo (italo-austriaco-yugoslavo), un hombre corriente y metódico de traje gris, que (como preludia la cita inicial del Eclesiastés) tiene la desgracia de ver caer sobre sí las redes de un tiempo malo que le toca vivir y que desconocía: la terrible Argentina de los años setenta. ésta es una de esas novelas que juegan al engaño, que despegan con lentitud excesiva y con una prosa formal, "profesoral" (el autor es un renombrado profesor universitario que escribe por igual en castellano, italiano o serbocroata), sin que sospechemos los cambios de ritmo y las sorpresas que nos esperan. ¿Puede una novela parecer tediosa y revelarse trepidante? ¿Puede entregársenos complejidad y relieve donde todo apuntaba hacia lo sencillo, lo plano y lo demasiado lineal? éstos son los buenos trucos que Prenz maneja. El asunto del libro parece sencillo en superficie: el eficaz y reservado empleado de seguros de sesenta años que emigró a Argentina en su juventud lleva una existencia ordenada y sosa, voluntariamente anónima (y a su modo feliz) en compañía de su esposa, guiado por rutinarias costumbres y una sabiduría sentenciosa a prueba de imprevistos, hasta que un malentendido (producto de haber alquilado en secreto un apartamento en tiempos difíciles) hace que sea repentinamente detenido y encarcelado, acusado de actividades subversivas. Estas bases darán lugar a un relato claramente in crescendo, que nos asombrará por inquietante, elaborado y complejo. Prenz hace ver con maestría cómo la aparición de una primera disonancia aparentemente leve, casi indetectable, en nuestra vida cotidiana, puede arrojarnos en brazos de lo grave y hasta de lo trágico. En el ambiente de un país que "no estaba para exotismos" (p. 48), detalla, sin caer en fáciles tremendismos, la geografía del terror, de la barbarie, del miedo en las miradas y la sospecha de todos por todos en autobuses, cafés, oficinas, vecindarios o domicilios (la mujer de Kreck llega a dudar de su marido), los peligros de la imaginación desbordada y de las versiones y comentarios "inocentes", la aterradora complicidad entre policias, jueces y paramilitares, la aplicación de una justicia paralela incluso para quienes abandonaban la comisaría sin cargos (el horror expresado en una simple furgoneta y dos sicarios a la vuelta de la primera esquina). Escenas como la alegre llegada de una jirafa asegurada por Kreck al zoo de Buenos Aires, las "dos desapariciones" de Leshek, el interrogatorio de Bunde o el suspense de un gran final hecho de "finales", justifican ya esta honda reflexión sobre el compromiso político. Y en cuanto a Kreck, sólo el lector fiel podrá resolver la paradoja de un enigma: cómo llegar a desaparecer sin ser un "desaparecido".