Fragmentos de vida
Sybille Bedford
24 mayo, 2007 02:00Sybille Bedford, al final de su vida
Sybille Bedford había cumplido ya los 78 años cuando publicó Fragmentos de vida en Inglaterra, en 1989. Al escribir esta novela autobiográfica el propósito de la autora (Alemania,1911-Inglaterra, 2006) era recuperar una adolescencia desarraigada, bohemia y extravagante, y utilizarse a sí misma "como personaje en el centro de la narrativa". He aquí una de las paradojas del texto: la voluntad consciente para volver al pasado produce un anacronismo en el estilo. Pese a estar publicada en los años 80, la voz juvenil y ligera de la protagonista parece querer absorber el aire mundano de algunas novelas de las dos primeras décadas del siglo XX, excluyendo cualquier tono de gravedad introspectiva o análisis social.La itinerante y caótica "mala educación sentimental" de la joven aristócrata Billi (la propia Sybille Bedford) se inicia con la muerte del padre en su castillo bávaro, tras la Primera Gran Guerra. Billi compartirá con una madre inmadura, de un narcisismo desbocado, un destino de caos vital y emocional, con trágico desenlace. Después del paso por la Italia y la Inglaterra de entreguerras, el excéntrico peregrinaje de Billi se detendrá en Sanary-sur-mer, en la atmósfera decadente de artistas y diletantes cosmopolitas, bohemios y acomodados, amigos de Aldous Huxley, refugiados en la Francia meridional. Seres embarcados en el romanticismo de lo trivial, al tiempo que cerraban los ojos ante la catástrofe de la inminente II Guerra Mundial. El contraste, a veces casi cínico, entre los descapotables en la Costa Azul, las partidas de tenis, los elegantes hermanos Desmirail y sus ambiguas fiestas de disfraces, la distanciada serenidad del matrimonio Huxley, y el infierno de la adicción de una mujer destruyéndose por momentos, llega a desconcertar a los lectores. Presentimos (tal vez a pesar de la propia autora), bajo la anécdota, una sociedad cobarde aferrada a un nihilismo sin salida.
El deseo de huir de la urbe y olvidar los conflictos reales para perderse en un paraíso soleado, ha sido una constante en los sueños utópicos desde Epicuro a las comunidades hippies de los 60. El escapismo de esta bohemia dorada, pintado por Bedford, encierra, en su tramo final, la sensación de un hundimiento anunciado, aunque la narradora persista en narrar con voz desenfadada hasta las situaciones más terribles. Este falso paraíso habitado por Huxley, pero también por otros artistas frustrados (la madre de la protagonista amenaza con retomar su abandonado ensayo sobre Flaubert), se convierte en el boceto de un retrato colectivo, en el que unos personajes débiles y consentidos, sumidos en un "fin de viaje" hacia ninguna parte, prefieren destruirse a sí mismos, antes de que los acontecimien-tos los destruyan.
Para Evelyn Waugh, John Fow-les o Antonia S. Byatt, una obra maestra. Para los detractores de Fragmentos de vida, un texto elitista y el colmo del esnobismo. Lo cierto es que Bedford, autora de una lograda biografía de Aldous Huxley, con su superficialidad y anacronismo, sin condenar ni perdonar a su madre, en un ajuste de cuentas sin culpables, da vida a un decadente grupo social y lo presenta en ebullición en su carrera imparable hacia el desastre.