Image: El regreso

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Novela

El regreso

Alberto Manguel

19 julio, 2007 02:00

Foto: Carlos Barajas

Bruguera. Barcelona, 2007. 91 páginas. 15’50 euros

Si hay un intelectual contemporáneo que requiera poca presentación (como suele decirse, su fama le precede) es el ensayista, crítico literario, antólogo, traductor y novelista Alberto Manguel. Argentino de origen (Buenos Aires, 1948), es hoy ciudadano canadiense asentado en Francia después de haber residido largo tiempo en lugares como Italia, Reino Unido o Tahití. Manguel alcanzó su mayor éxito con la brillante y ya célebre Una historia de la lectura, pero no son ahora sus muchas aportaciones metaliterarias las que nos interesan, sino ese otro ángulo suyo -¿tal vez el más querido?-: su propia literatura.

El regreso es una de esas novelas cortas de apariencia ligera o sencilla, que terminan desmintiendo que sólo haya complejidad en los gruesos novelones. Como el propio autor, esta es una obra difícilmente clasificable, pues tiene mucho de parábola, de alegoría, de confesión personal y hasta de libro político. Incluso el título se irá revelando como engañoso al cabo de las páginas: Porque, ¿qué clase de regreso es este Regreso de Néstor Andrés Fabris, protagonista de la obra, y en qué rara ciudad aterriza, que es y no es la que parece? Fabris deja su casa y negocio de antigöedades de Roma para volver por unos días a su Buenos Aires natal -tras nada menos que treinta años de ausencia (es un exiliado político)- requerido por la boda de un ahijado al que ni siquiera conoce. No es un nostálgico, ya en la página 12 nos advierte de que nunca se permitió desde la lejanía una "nostalgia prefabricada". Iremos, sin embargo, descubriendo poco a poco cuánto en el fondo dejó atrás y cómo de insalvables eran sus deudas. El libro posee una escritura sobria, limpia, refinada y directa. Está sin duda presidido por Kafka, por el mejor Borges y por la gran literatura de fantasmas. Todo está calculado desde el inicio para sembrar extrañeza e inquietud, pero de modo suave y nada truculento, apartado de fáciles efectos especiales.

El extraño comportamiento de taxistas, recepcionistas, camareros, libreros, viejos amigos, la confusión de planos espacio-temporales, la desemejanza de todos y todo ("Todo le parecía vagamente similar" (pág. 34), producen verdadero temor y temblor. Tanto que la enunciación de los nombres de las viejas tiendas o los antiguos camaradas se vuelve para Fabris ensalmo y asidero en medio de la peor pesadilla. Como en Freud o en los cuentos de Hoffmann, lo siniestro (unheimlich) comparece en el interior de lo que se tenía por más familiar, casero e íntimo (heimlich). Fabris quiere comprender, hacer prevalecer el sentido común y la cordura en este fluctuante mundo de locos, y su esfuerzo cobra tintes heroicos. En la lucha aparecerá un Fabris mucho más nostálgico y sentimental de lo admitido, que afronta viejos errores y culpas, lo que permite a Manguel desplegar un derroche de delicadeza, elegancia, ternura y compasión hacia el prójimo. Hablamos al comienzo de la dimensión política del libro: pronto comparece la terrible historia reciente de Argentina -sus monstruosos verdugos, cómplices y oportunistas- pero el tratamiento de Alberto Manguel demuestra cómo hacer honda justicia sin volverse justiciero. De la sacudida final que produce este breve libro responsabilicen al maestro: Alberto Manguel.

Alberto Manguel y los lectores. En una entrevista con el diario argentino "La Nación", Manguel explicaba así su relación con los lectores: "Cuando me encuentro con ellos, primero hay la reacción de ‘yo también soy lector, yo también me escondía para leer, yo también descubrí en algún momento mi libro preferido’. Como descubrir que uno es parte de un club secreto. Lo que es muy emocionante, porque hay mucha gente que toda la vida fue lector y se ha sentido, como nos hemos sentido todos los lectores, aislada. [...] En realidad, la literatura es un gran chiste que hay que seguir, y en el que uno descubre cómo no tenerles miedo a los grandes nombres, a gente que escribió grandes obras pero que no tenía con qué pagar el alquiler"