Image: El profundo sur

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Novela

El profundo sur

Andrés Rivera

8 noviembre, 2007 01:00

Andrés Rivera. Foto: Javi Martínez

Veintisiete Letras. Madrid, 2007 / 93 páginas, 14 euros

Dar a conocer en España a autores de gran relevancia en otros países que, incomprensiblemente, aquí han permanecido ocultos, es uno de los nobles propósitos con los que nace Veintisiete Letras. Y han apostado fuerte con este primer volumen de su colección de narrativa al elegir nada menos que a Andrés Rivera (Buenos Aires 1928), que obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1992 por La revolución es un sueño eterno, y tiene tras de sí una larga carrera literaria . Periodista y escritor que hoy vive más o menos retirado en la provincia de Córdoba (la de allá), es también conocido por sus orígenes en el movimiento obrero y por una profunda y sostenida implicación social que no se ha atenuado. El profundo sur no escapa de estas preocupaciones: se centra en los terribles sucesos de la Semana Trágica de Buenos Aires de 1919, donde el ejército y la "liga patriótica" dispararon sin miramientos contra los huelguistas.

El libro se compone de cuatro partes, cada uno de ellas bautizada con el nombre de un personaje: Roberto Bertini, Eduardo Pizarro, Jean Dupuy y Enrique Warning. Si éste no fuese un libro sino una canción, ningún título le casaría mejor que el célebre Causas y azares de Silvio Rodríguez. De hecho, El profundo sur estuvo a punto de llamarse El profundo azar. Es el azar el que reúne en una céntrica plaza, escenario de la confrontación, a los cuatro personajes de la novela, en esa primera hora de la mañana en la que aún no han abierto los comercios. Bertini, un joven alistado en el bando represor, apunta y dispara desde el volquete de un camión mientras escucha histéricas consignas contra esos "bolchevique-judíos", otro (el alto viudo Eduardo Pizarro) recibe por casualidad en la espalda el balazo que no le iba destinado, el tercero (el elegante y seductor librero francés Dupuy) sujeta entre sus brazos al hombre muerto y el cuarto (el joven doblemente huérfano Enrique Warning) escapa a toda prisa de la muerte evitada por el cuerpo de Pizarro, comprendiendo la gravedad y la seriedad de su causa, pero sin saber aún que se trata sólo del inicio de su verdadera escapada, que concluirá en Europa.

Desde esas cuatro voces nos cuenta Rivera esta cruda historia, el enredado azar que allí compareció, pero, sobre todo, las invisibles causas pasadas, el denominador común de procedencia: el brutal sur, la Argentina helada que asoma al Antártico, descrita en aquellos años de principios del XX como lugar de penuria y necesidad, paisaje de asesinatos, tragedias que marcan, incestos y falta de esperanza. Rivera hace sonar la palabra exacta, seduce con un distanciamiento poético que no le distrae de llamar a las cosas por su nombre y de ser preciso, escueto, cortante y hasta notarial. El profundo sur no es sólo -estilísticamente- una gran novela breve. Tan profundo como su sur es el lúcido análisis de circunstancias y causas que Rivera lleva a cabo a fin de entender cómo puede cruzarse a menudo la línea entre civilización y barbarie y, por encima de todo: por qué un hombre mata a otro.