De un abril frío
Jorge G. Aranguren
22 noviembre, 2007 01:00Jorge G. Aranguren. Foto: Iñigo Ibañez
En otros cuentos, el ensueño, la frustración y los deseos inconfesados se manifiestan por medio de breves historias que son poco más que una anécdota -como en "De albahaca"- o rozan decididamente el mundo de la fantasía, como ocurre en "Telefonista". En cambio, el relato titulado "El quesillo y la espada", que parece nacido al calor de las conmemoraciones quijotescas de 2005, se me antoja una tentativa frustrada, porque este diálogo vagamente cervantino y sus personajes no constituyen el medio más adecuado para la yuxtaposición de comentarios acerca de la novela que nada añaden a lo ya glosado en infinidad de ocasiones. Y conviene señalar que dos cuentos marcan la salida de la introspección y lanzan la mirada hacia la actualidad externa. El primero es "Contar las piedras", donde el estilo elusivo y los sobrentendidos no ocultan la historia, narrada sin aspavientos por el propio personaje, del industrial asesinado por la irracionalidad terrorista. El segundo relato en esta misma línea es "Té", centrado asimismo en el ambiente opresor de la extorsión a un empresario, de la amenaza que se cierne sobre él y su familia y de su resistencia a huir de la tierra que ama para comenzar en otro sitio.
El dominio del lenguaje -propio del buen prosista que ha sido antes buen poeta- y la destreza para esbozar estados de ánimo mediante diálogos y frases breves, donde se da a entender más de lo que se dice, es característico de este autor, y convierte la lectura de este volumen en una grata experiencia.