Habíamos ganado la guerra
Esther Tusquets
3 enero, 2008 01:00Esther Tusquets. Foto: Antonio Moreno
Desde su tardía presentación como escritora, Esther Tusquets ha construido la mayor parte de su literatura sobre una fuerte base vivencial. Ya en su primer libro, El mismo mar de todos los veranos, se intuye un fondo genérico de autobiografismo que páginas suyas posteriores han corroborado. Un motivo principal de esta magnífica novela, la denostada figura materna, reaparece sin veladuras en el duro alegato de la emocionante "Carta a la madre", escrito que forma parte de un conjunto de epístolas donde la autora analiza las relaciones reales con varias personas de su intimidad. También ha contado Tusquets su experiencia como responsable de la editorial Lumen en Confesiones de una editora poco mentirosa.Salvo en estas "confesiones", algo decepcionantes porque, si no mienten, callan mucho o, al menos, aplican una perspectiva modosa y amable, Tusquets siempre ha preferido, tanto en las novelas como en las evocaciones directas, la sinceridad a la discreción, e incluso su escritura se distingue por mostrar las vivencias con un tono bastante desgarrado. La propia escritora se coloca como sujeto de un análisis nada complaciente del que sale un retrato individual generalizable a usos, hábitos y mentalidades de su tiempo y de su clase social. Aunque no caiga Tusquets en aquella autoflagelación de las memorias de Jesús Pardo que causó impresión en su día, tampoco persigue, desde luego, dorar su imagen ni idealizarla. Al revés, echa sobre sí misma y sobre los suyos una mirada incisiva en busca de una verdad sin componendas ni convencionalismos.
Este planteamiento impulsa también Habíamos ganado la guerra, nuevo libro memorialístico de Tusquets que parte de una auténtica tesis. No es verdad -explica la autora- que la guerra civil la perdieran todos los españoles, unos la habían ganado, y lo sabían, y otros la habían perdido y no se les iba a permitir que lo ignoraran ni olvidaran. Los suyos, la burguesía acomodada catalana que apoyó el golpe contra la República, no pasaron penurias, y disfrutaron de la nueva situación que reverdecía antiguas desigualdades. Las dos ramas de sus progenitores, aunque de tendencias políticas bastante diferentes, participaron de tales privilegios. En tal ambiente se desarrolló la autora, si bien no fue la suya una existencia común, pues ella, niña "rara" y problemática, creció en una familia también "rara"; algo que ha subrayado de antiguo, como saben sus lectores fieles.
Tusquets destaca en su biografía los datos singulares que la marcan: colegio infantil alemán de inspiración nazi; tío sacerdote antisemita y antimasón que influyó en el mismísimo Franco; efímera militancia en un grupo de la vieja guardia de Falange... Habíamos ganado la guerra responde estrictamente, sin embargo, al modelo genérico de relato de maduración y narra paso a paso cómo fue descubriendo el mundo hasta conseguir la idea clara de la vida que le permitiría adoptar una posición firme: ella, hija de los vencedores, pertenecía al bando de los vencidos.
Por eso su trayectoria, contada sin paños calientes y con amenidad, y repleta de interesantes noticias menudas de época, supera con mucho el caso singular, por curioso y atractivo que resulte. Tusquets logra uno de los retratos más reveladores que se hayan escrito de las características y contradicciones de un sector del franquismo, tanto de quienes estuvieron en la guerra como de sus descendientes. En él se ve con meridiana claridad cómo fue el proceso que llevó a la generación del medio siglo de la derecha familiar a las simpatías izquierdistas. Este recorrido vital se detiene al llegar al "final de etapa" que coincide con el inicio de los estudios universitarios. No debiera Esther Tusquets cortarlo ahí porque escasos son nuestros memorialistas capaces de trasformar con tanta lucidez y frescura la historia personal en profundo reflejo colectivo.