Image: Los penúltimos

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Novela

Los penúltimos

Javier Montes

12 junio, 2008 02:00

Javier Montes. Foto: Antonio Moreno

Premio José María de Pereda. Pre-Textos. Valencia, 2008. 224 páginas, 15 euros

Javier Montes (Madrid, 1976) ganó, junto con Andrés Barba, el premio Anagrama de Ensayo 2007 con La ceremonia del porno. Ahora el escritor madrileño, colaborador habitual en las páginas culturales de varios periódicos y revistas, ha resultado vencedor también del último premio de Novela Corta José María de Pereda, con Los penúltimos, que es su primera novela publicada, con el texto muy cuidado, como suele suceder en los trabajos editoriales de Pre-Textos.

Los penúltimos es una novela sin grandes aspiraciones, escrita en una prosa transparente por su esmerada sencillez, acorde con la historia novelada de búsquedas y pérdidas, encuentros y separaciones, protagonizados por dos jóvenes en espacios madrileños en su mayor parte bien reconocibles. La protagonista es una joven actriz de teatro que frecuenta el ambiente de ruido, alcohol y drogas en ciertas discotecas donde busca remedio para su soledad vital atrayendo a chicos con los que pasar una sola noche de amor y a los que procura adormecer con una sustancia que siempre lleva con ella. Hasta que una noche, coincidiendo con las fechas del estreno de la última propuesta teatral de su compañía, se cruza con un joven que la lleva a casa de él y allí sucede lo acostumbrado según las prácticas de ella, pero con una diferencia importante: este ocasional amante, también adormecido, no se resigna al anonimato y la busca en el local donde ella representa cada noche su papel teatral.

Tan leve trama da lugar a una serie de búsquedas, encuentros y separaciones que nos permiten conocer algo más de la vida de ambos personajes, recreando parcialmente sus relaciones en el pasado, que se alternan en la narración, sin desvelar nunca del todo el misterio de su atracción recíproca. En esto radica el mayor interés de la novela, cuyo final queda abierto con el último encuentro de ambos jóvenes en el teatro de provincias donde la compañía representa la función de Nochevieja, en diversión compartida con el público. Parece que todo estaba preparado para este encuentro final, en la más completa incertidumbre frente a lo que pueda deparar el futuro, tras la búsqueda de Pedro y la soledad de ella en esta representación de la vida como teatro que se complace en escamotear su desenlace.

Esta pequeña historia de vidas paralelas, sin mayores relieves, con algunos encuentros y su convergencia final está contada por un narrador omnisciente que relata los hechos en tercera persona cediendo la visión a los dos personajes principales en sus respectivas recreaciones del pasado, el de ella en relación con su viejo profesor y con el mundo del teatro, el de Pedro en torno a su más directo amigo, a su anterior amante e incluso a la echadora de cartas a quien acude en busca de orientación. La brevedad de los capítulos, la levedad de la trama y las bien dosificadas retrospecciones temporales, alternantes entre sí y también con alternancia entre pasado y presente permiten crear una ponderada suspensión de la intriga, basada en la misma distribución de búsquedas y encuentros, así como también administrar con eficacia la información que se va graduando según el sencillo método de callar lo que conviene ocultar en favor de la sugerencia. De este modo se integran en justa armonía la simplicidad de la historia narrada y su sencillez estilística. Sólo en alguna ocasión el autor se aparta de esta naturalidad, cuando Pedro acude a la consulta de Tatiana, cuyo castellano extranjerizante reproduce peculiares distorsiones sintácticas, pero manteniendo la sencillez, sin caer ni en el abuso ni en la exageración.