Image: Julio Cortázar. Papeles inesperados

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Novela

Julio Cortázar. Papeles inesperados

Julio Cortázar

5 junio, 2009 02:00

Julio Cortázar. Foto: Colección Mario Muchnik

Alfaguara. Madrid, 2009. 486 páginas, 21’50 euros

D e "inesperada" puede calificarse esta edición de textos cortazianos, fruto, según cuenta su compilador Carles álvarez Garriga, de una de tantas casualidades por las que discurre la literatura, que no deja de ser también vida y, por consiguiente, azar. Según relata, su viuda y albacea Aurora Bernárdez "puso sobre la gran mesa de madera en la que fue escrita Rayuela un montón de manuscritos y mecanoscritos originales, inéditos en libro, probablemente inéditos absolutos, sin duda inéditos absolutos" (p. 15). Desaparecido Saúl Yurkiévich, quien fue designado por Cortázar como su albacea literario y dirigió, junto a su esposa, la edición de sus Obras Completas (Galaxia/Gutenberg), éstas vendrán a ser menos completas de lo que se enuncia en la portada. De hecho, no es del todo cierto que los textos aquí reunidos sean todos inéditos. Algunos resultan versiones de cuentos ya publicados, otros son capítulos abandonados, intervenciones o prólogos y hasta poemas, porque el escritor argentino y francés, nacido en Bruselas en 1914, fue acérrimo partidario de la superación de los géneros tradicionales.

álvarez Garriga escribe que como "escritor y su proyección como personaje público ilustran muchos aspectos de la consolidación de un mercado literario global en el siglo XX". No sé si Cortázar aceptaría tal ubicación. Choca lo de "mercado" en un autor que pretendió huir de la mercadotecnia, buscó escapar de fronteras, aunque lejos de lo que hoy entendemos por globalidad. Utilizó, incluso, el francés, porque defendió y hasta vivió por un tiempo de la traducción. Pero lo que aquí se reúne son textos de diversa entidad y naturaleza. Viene a ser lo que en el siglo XVIII y hasta época reciente se calificaba como un "cajón de sastre", letras de circunstancias o variantes, algunas publicadas y otras inéditas, que corresponden a la evolución de un Cortázar que seleccionó y pulió mucho sus textos. Son cuentos, textos procedentes de sus Cronopios, término que inventó y al que me honro en pertenecer, porque a él me adscribió; del tan discutido Libro de Manuel; de los relatos de Un tal Lucas, frutos de diversas circunstancias, autoentrevistas (que bien valía la pena recuperar) y poemas con los que se cierra el libro. Aurora Bernárdez ayudó a fechar alguno de los textos, aunque queda para los especialistas mostrar las variantes, y tradujo otros del francés , lo que les diferencia. Ignoramos las razones que llevaron a algunos editores a no publicar textos ya conocidos, aunque póstumamente. En las quince páginas introductorias se nos ofrecen unos pocos datos de interés para especialistas. Sin embargo, lo que debe contar, dada la naturaleza de la presente edición, es el reencuentro con el escritor argentino, siempre agudo, sentimental, radical y entrañable. Todo ello lo descubrirá el lector que lo admiró, de haber leído Rayuela, y que, sin lugar a dudas, acudirá a la novela para reescribirla de nuevo, que es lo que Cortázar pretendía en la lectura.

No nos hallamos, pues, ante un libro erudito. Aquí encontramos la voz de Cortázar y su mundo que encaja de pleno en el siglo XX, en la Modernidad, en otra etapa estética anterior, heredera de las vanguardias, redescubridora del jazz, conceptual en ocasiones. Su intelectualidad transcurría por los caminos del sentimiento: "Hace rato que lo venía sintiendo, sintiendo más que pensando" (p. 436), más próximo al neoromanticismo que a la vanguardia. No se menciona si llegó a publicarse un texto sobre Lezama Lima (nada de lo cubano le resultaba ajeno, véase el de la p. 284 y ss.), por lo que debe entenderse como inédito y, en cambio, sí la defensa generosa de ángel Rama, crítico emblemático del mal llamado boom (p. 385), que cabe situar en el agrio contexto del momento, como las alusiones a la "mafia" de aquellos escritores en sus "autoentrevistas". Uno puede leer "Ciao Verona", aunque publicado en El País, en 2007, saboreándolo como si fuera un hallazgo o el relato "Los gatos", que aquí se fecha en 1948, de carácter psicológico, más próximo a las primeras novelas de un Cortázar que decidió no editarlas en su momento, donde muestra su capacidad descriptiva, el análisis sentimental del que trató de evadirse, sin conseguirlo. "La tos de una señora alemana", publicado en 1994, en Proa, de difícil acceso para un no especialista, es un ejemplodel papel que cobra el detalle en Cortázar. Nadie, sino él, hubiera podido escribir dos páginas con tanta sensibilidad. Este libro podría entenderse como una antología de lo menor. Sólo un gran escritor es capaz de sostener tal andamiaje: vencer después del silencio final.